La levedad del ser

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jueves, 12 de mayo de 2016

Macondo y las mariposas amarillas de Gabriel García Márquez

Macondo y las mariposas amarillas de Gabriel García Márquez

Macondo, territorio mítico de García Márquez, recreado por Fernando Vicente. elpais.com
Gabriel Garcia Marquez, por Jose Lara - Flickr (en malvenko.net: [1]), CC BY-SA 2.0, via Commons Wikimedia
Gabriel Garcia Marquez, por Jose Lara – Flickr (en malvenko.net: [1]), CC BY-SA 2.0, via Commons Wikimedia
Considerado el escritor colombiano más grande de todos los tiempos y uno de los autores más importantes del siglo XX, Gabriel José de la Concordia García Márquez, más conocido cariñosamente como Gabo, fue el máximo representante del movimiento literario llamado “realismo mágico” floreciente en Latinoamérica, dejándonos obras tan conocidas como Cien años de soledad Crónica de una muerte anunciada, entre otras muchas. Por su gran trabajo, recibiría el Premio Nobel de Literatura en 1982.
García Márquez nació en Aracataca, Colombia, un 6 de marzo de 1927, siendo el primogénito de Luisa Santiaga Márquez y el telegrafista Gabriel Eligio García. Los primeros ocho años los vivió con sus abuelos maternos, el coronel Nicolás Márquez, veterano de la Guerra de los Mil Días (1899 – 1902) y Tranquilina Iguarán. Su primera infancia transcurrió dentro del entorno de un gran número de tíos y primos, en donde mandaba el anciano abuelo, testigo indirecto de los hechos que rodearon La matanza de las Bananeras en 1928. Todas sus vivencias en este entorno familiar y los relatos exagerados de la cegatona abuela Tranquilina quedaron impresos en su memoria, consolidando el caldo de cultivo del estilo tan particular del escritor y que años más tarde constituiría las bases del “realismo mágico”. Este movimiento literario, en palabras sencillas, consiste en contar la realidad adornada de eventos fantásticos, logrando con esta alquimia literaria una fascinante historia en la que la imaginación y la verdad se acaban por confundir.
Después de la muerte de su abuelo en 1936, García Márquez se trasladó con sus padres a Sucre, un puerto fluvial en el departamento del mismo nombre, de donde posteriormente lo enviaron a estudiar a Barranquilla. Siendo estudiante del colegio San José ya escribía versos humorísticos, destreza que continuó cultivando al ingresar al colegio de los jesuitas en la misma ciudad. En 1940, gracias a una beca, ingresó al Liceo Nacional de Zipaquirá, en donde obtuvo el grado de bachiller en 1946. Regresaría más tarde a Sucre, a encontrarse de nuevo con sus padres, quienes lo persuadieron para iniciar la carrera de Derecho en la Universidad Nacional en Bogotá. Una vez ahí, continuó dándole rienda suelta a su verdadera vocación, y fue así como en el periódicoEl Espectador le publicaron su primer cuento: La tercera resignación.
Un par de años después lo sorprendería el asesinato del líder liberal Jorge Eliécer Gaitán; todo ese maremágnum de violencia que se desencadenó después y que la historia ha registrado como “el bogotazo” cambió por completo su vida. Todas sus pertenencias y manuscritos fueron consumidos por las llamas del incendio del lugar donde vivía. El cierre indefinido de la Universidad Nacional lo obligó a gestionar la transferencia a la Universidad de Cartagena, donde continuó siendo un alumno irregular. Nunca se graduó. Lo suyo eran las Letras, por lo cual, muy pronto empezó a ejercer como periodista de oficio y no de profesión a través de una columna en el periódico recién fundado El Universal. De ahí en adelante estaría vinculado a varias publicaciones, no solo en Colombia sino también en el extranjero.
En 1955 publicó La hojarasca, donde surge por primera vez Macondo, el pueblo ficticio que hizo famoso en Cien años de soledad. Tres años más tarde aparece El coronel no tiene quien le escriba, novela que el propio autor, reconocería que había sido la más simple de las escritas por él hasta ese momento. Esto se demuestra en la escritura de la obra, la cual no incluye su estilo característico, como los frecuentes saltos en el tiempo de los acontecimientos ni la mezcla extraordinaria de eventos fantásticos con la realidad. Su protagonista, un viejo coronel y veterano de la Guerra de los Mil días, pasa el final de su vida esperando la pensión que nunca llega.
Gabo conoció a quien sería su futura esposa, Mercedes Barcha, cuando ella tenía tan solo 13 años. Según sus declaraciones en una entrevista, en medio de una borrachera le pidió que se casara con él cuando apenas era una niña que acababa de terminar su escuela primaria. La chica que lo enamoró se fue a estudiar a Medellín, pero empezaron a conocerse mejor en Barranquilla, donde pasaba sus vacaciones de fin de año. Su relación estuvo a punto de romperse en pleno surgimiento de los años cincuenta, época de muchas carencias económicas, en medio de las cuales el escritor se fue para París. Con el océano Atlántico de por medio, el noviazgo se nutrió de múltiples cartas perfumadas y una foto de Mercedes que adornaba su cuarto en la capital francesa. Tiempo después él se instalaría en Venezuela para formar parte de una publicación en este país. Y un día cualquiera, en el cual se encontraba bajo un sentimiento de mucha soledad, decidió viajar a Barranquilla, donde finalmente se casaron el 21 de marzo de 1958.
En 1962, García Márquez publicó el volumen de cuentos Los funerales de la mama grande, y en este mismo año, La mala hora recibió el Premio Esso de novela colombiana, aunque sólo tomó forma de libro dos años después. Durante su estancia en México en 1964, inició su amistad con el escritor mexicano Carlos Puentes, y en conjunto elaboraron una docena de guiones para  películas durante dos años.
A lo largo de este tiempo, nuestro hombre empezó a fraguar la idea de contar la historia de las generaciones de los Buendía, desde la fundación del pueblo Macondo hasta la extinción del último descendiente. Todos los acontecimientos vividos durante su niñez en casa de sus abuelos, condimentados con otros relatos  producto de su prodigiosa imaginación, como el de Mauricio Babilonia, quien andaba por Macondo siempre rodeado de un enjambre de mariposas amarillas “revoloteando sobre su cabeza”, quedarían para siempre impresas dentro de su obra cumbre Cien años de soledad, novela que lo catapultó a la fama mundial tras su publicación en 1967.
El acoso de periodistas y editores no se hizo esperar, y como le resultaba imposible vivir en medio de este ambiente, partió con su familia para Barcelona, en donde creía poder estar más tranquilo para escribir una novela sobre un dictador latinoamericano. Esta ciudad era por aquel entonces, un centro cultural y de oposición intelectual al régimen de Francisco Franco. Entre los muchos escritores expatriados allí se encontraba el peruano Mario Vargas Llosa, con quien entabló amistad hasta su ruptura personal e ideológica en 1976.
Los dos escritores se habían conocido en Caracas en 1967, cuando Vargas Llosa recibió el premio Rómulo Gallegos por su  novela La casa verde. En realidad tenían muchas cosas en común, entre otras, ambos fueron criados por sus abuelos. A partir de sus ocho años, Gabo empezó a vivir con su padre, lo cual no fue nada fácil después de ser el consentido de su abuelo. Vargas Llosa por su lado, hasta los diez años creyó que su padre no existía. En los sesenta, ambos soñaban con escribir una novela a cuatro manos sobre la guerra entre Colombia y Perú. García Márquez le decía a su amigo en una de sus cartas que tenía dos mil anécdotas sobre esa guerra y le pedía que averiguara otras en su país para armar una novela delirante sobre esta historia. Pero esta gran amistad terminó el 12 de febrero de 1976 en el Palacio de las Bellas Artes de México, cuando Vargas Llosa le propinó una golpiza a su compadre, dejándole su ojo derecho morado. Las circunstancias relacionadas con esta situación son todo un misterio. Según las palabras del peruano, “hicieron un pacto de caballeros” para no revelar jamás los detalles de lo sucedido.
Para su siguiente novela, El otoño del patriarca (1975), Gabo se tomó siete años en su elaboración. Mientras tanto durante este lapso de tiempo cobraron vida dos volúmenes de cuentos: La increíble y triste historia de la Cándida Eréndira y su abuela desalmada (1973) y Ojos de perro azul (1974). En 1981, estaba viviendo de nuevo en Colombia, cuando dio a la luz Crónica de una muerte anunciada, novela basada en hechos reales ocurridos en 1951, y cuyo argumento fue llevado al cine en 1987. En 1982 a la edad de cincuenta y cuatro años recibió el Premio Nobel de literatura, convirtiéndose en el condecorado más joven desde Albert Camus quien fue recibió el mismo galardón en 1957.
Para nadie es un secreto la fuerte afinidad que tenía con las ideologías de izquierda y el apoyo dado a movimientos de esta índole. Por este motivo el 26 de marzo de 1981 solicitó el asilo político al gobierno mexicano, en cuyo territorio vivió hasta el final de sus días.
En 1985 publicó El amor en los tiempos del cólera, inspirada en la relación amorosa de sus padres, para lo cual, se entrevistó durante varios días con cada uno de ellos por separado. En 1989 dio a la luz El general en su laberinto, una crónica novelada de los últimos días del Libertador Simón Bolívar.
El 30 mayo de 2007, con motivo de la celebración de sus ochenta años y cuarenta de la publicación de Cien años de soledad, acompañado por su esposa y trescientos amigos llegó en un tren que partió desde Santa Marta hasta Aracataca. El tren, bautizado como “El Tren amarillo de Macondo”, fue decorado con una fotografía suya rodeada de mariposas amarillas y una bandera colombiana. Luego de tres horas de recorrido, en su pueblo natal se celebró una inmensa fiesta. No era para menos.
Falleció el 17 de abril de 2014, a la edad de ochenta y siete años, luego de padecer un cáncer muy agresivo, el cual, lo mantuvo internado en una clínica en México durante un par de semanas. Varios estadistas de todas partes expresaron su tristeza con motivo de su muerte. Sus libros siguen siendo referentes de la magia mezclada con la realidad prosaica de nuestra propia naturaleza y son leídos alrededor de todo el mundo.
FUENTES Y REFERENCIAS

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