La levedad del ser

La levedad del ser

miércoles, 25 de enero de 2017

Antón Chéjov – Vida y obra de uno de los mejores escritores rusos

Antón Chéjov – Vida y obra de uno de los mejores escritores rusos

Antón ChéjovAntón Chéjov (Antón Pávlovich Chéjov) fue un célebre escritor y dramaturgo ruso nacido en enero de 1860 y fallecido en julio de 1904. Médico de profesión, es recordado por su perfección al elaborar cuentos y relatos cortos siendo relacionado con el “realismo”. En el mundo lector, muchas personas lo consideran el exponente más importante del género. También supo realizar numerosos ensayos, más relacionados con lo que se considera “naturalismo”.
Es sabido que, en sus inicios, su motivación para la escritura era sólo económica, pero cuando comenzó a desarrollar su estilo, la escritura llegó a llenar su vida, y al aceptarla como tal, esparció un talento único en la literatura por lo que hoy se lo recuerda, habiendo dotado al cuento de numerosas características, desconocidas hasta el momento. A Antón Chéjov se le atribuyen la incorporación del “monólogo” en el texto y el tratado de la historia con extrema naturalidad, sin importar si esto agradaba al lector, sus palabras eran vida.

Biografía de Antón Pávlovich Chéjov

Antón Chéjov nació en el seno de una familia muy religiosa, con estrictas normas de vida y convivencia. Su madre, Yevguéniya, significó una gran influencia para él mediante sus habilidades de relatar cuentos, los que utilizaba para entretener a sus pequeños. Antón se separó de su familia por dificultades económicas de esta y finalizó el colegio en el año 1879, iniciando sus estudios de medicina en la Universidad de Moscú.
Para colaborar con la difícil economía de su familia, el joven comenzó a desarrollar cuentos completos de contenido humorístico, utilizando un seudónimo llamado “Antosha Chejonté”. El primer cuento del que se sabe se llamó “Carta a un vecino erudito”.
En 1884 finalizó su carrera y se convirtió en médico, si bien su carrera literaria continuaba a la par, realizando aportes a distintos periódicos, y perfeccionando su escritura. En 1886 publicó su primer libro de cuentos llamado “Cuentos de Melpómene”.
En 1887 es diagnosticado de una terrible enfermedad de la época, la tuberculosis. A la par de su carrera literaria, sus obras de teatro comenzaban a alcanzar el éxito, siendo un artista de renombre en el ámbito. En 1892 logra adquirir un terreno ubicado al sur de la ciudad de Moscú, y comienza a vivir en ella mientras se desempeña como médico ante la aparición de otra de las enfermedades que causaba estragos en la época, el cólera. En 1897, mientras su salud se encontraba en ruinas, logra escribir otro de sus grandes éxitos llamado “Los campesinos”. Para ese entonces sus preocupaciones excedían la economía, y la política y la razón social lo habían compungido, en ello mantiene una estrecha relación con “El caso Dreyfus”.
Debido a que su salud no mejoraba, decide vender el terreno que había adquirido y se muda hacia un lugar más saludable. Ya hacia el final de su vida, decide otorgar los derechos por las Obras completas de Chéjov en una suma bastante grande. En 1901 contrae matrimonio con una actriz que participaba en el reparto de sus obras, pero su felicidad no duró demasiado ya que, el 15 de julio de 1904, como consecuencia del deterioro de su salud producido por la tuberculosis, fallece.
Las obras de Antón Pávlovich Chéjov
1883: Alegría, Diario de un ayudante de contable, El gordo y el flaco
1884: Boda por interés, Medidas preventivas, Cantores, La cirugía, De mal en peor, El álbum, El libro de los reclamos
1885: Abolidos, Apellido de caballo, En tierra extranjera, El cazador, La lota, La lezna en el saco, Los simuladores, El cadáver, Un drama de caza
1887: Relato de un granuja, El beso
1891: El duelo
1892: La cigarra, El miedo, El violín de Rothschild,
1893: Relatos de un desconocido
1894: El monje negro
1896: Mi vida
1897: Campesinos
1898: Sobre el amor
1899: Por asuntos del servicio, La dama del perrito
1902: Obispo
Antón Chéjov publicó cientos de cuentos, incluso es posible que algunos aún se mantengan desconocidos debido a los incontables seudónimos que utilizó. Resumir su amplia obra no deja de ser complejo ya que podría nombrar miles de relatos y no terminar. Hoy en día, diversas editoriales se dedican a compilar los cuentos del autor en Obras completas de Chéjov, o Cuentos de Chéjov.

sábado, 21 de enero de 2017

Pilar Reyes: “Nunca los libros son demasiados”

Pilar Reyes: “Nunca los libros son demasiados”





Discreta, elegante y dueña de una sonrisa tan enfática como un punto y coma bien empleado, Pilar Reyes encaja con soltura las preguntas incómodas —por muy insistentes que sean— . Pocas veces se queda en blanco, incluso alguien podría pensar que su mejor forma de contención es su extremada educación; un saber estar muy cachaco. Está acostumbrada a los territorios difíciles y se nota: llegó a España directamente desde Bogotá para dirigir el corazón de una de las editoriales fundamentales de la literatura hispanoamericana. Desembarcó justo en 2009, el año en el que comenzaba el largo desierto de una crisis económica que hizo desplomarse al mercado editorial. Hoy, las cosas han cambiado. La industria ha dejado de perder dinero —o al menos eso indican las cifras de la FGEE—, Alfaguara ha sido adquirida por uno de los grupos editoriales más potentes del mundo, Penguin Random House, y ella se ha consolidado en uno de los puestos clave del quehacer cultural, ese lugar en el que coinciden América Latina y España, pero también una geografía literaria todavía mayor de la que esta colombiana da buena cuenta en su carrera profesional.
Sus ideas sobre la edición tienen un brillo específico: su manera de comprender la literatura latinoamericana y española goza de una lucidez que se ha asentado con el tiempo. Nacida en Bogotá y criada en un mundo lector, la literatura ha formado parte de su vida desde muy temprano. Hija del dramaturgo Carlos José Reyes, con apenas siete años, se desvivió por las historias de Edmundo De Amicis, se convirtió luego en expedicionaria de la geografía de Ítalo Calvino y se mudó a vivir a un mundo que jamás abandonaría: el de los libros, esos que comenzó leyendo y que ahora edita para que otros puedan, también, mudarse a vivir a ellos. La mitad de su vida, por no decir la vida entera, la ha dedicado a ellos: a los libros y sus autores. A veces volcados en exceso en los unos y los otros, el editor permanece en un segundo plano que suele usar a su favor. Sin embargo, eso no ocurrirá esta mañana, al menos no durante la hora y quince minutos que Pilar Reyes dedica para hablar sobre ese oficio -sus cambios, contradicciones, aciertos y errores- en esta entrevista.
Karina Sainz Borgo entrevista a Pilar Reyes. Fotos: Jeosm
—Llegó a Alfaguara España en 2009. Su experiencia en Col

Gabriel García Márquez - Nobel Lecture: La soledad de America Latina

Gabriel García Márquez - Nobel Lecture: La soledad de America LatinaPublicar 



entradaAmérica latina no quiere ni tiene por qué ser un alfil sin albedrío, ni tiene nada de quimérico que sus designios de independencia y originalidad se conviertan en una aspiración occidental. No obstante, los progresos de la navegación que han reducido tantas distancias entre nuestras Américas y Europa, parecen haber aumentado en cambio nuestra distancia cultural. ¿Por qué la originalidad que se nos admite sin reservas en la literatura se nos niega con toda clase de suspicacias en nuestras tentativas tan difíciles de cambio social? ¿Por qué pensar que la justicia social que los europeos de avanzada tratan de imponer en sus países no puede ser también un objetivo latinoamericano con métodos distintos en condiciones diferentes? No: la violencia y el dolor desmesurados de nuestra historia son el resultado de injusticias seculares y amarguras sin cuento, y no una confabulación urdida a 3 mil leguas de nuestra casa. Pero muchos dirigentes y pensadores europeos lo han creído, con el infantilismo de los abuelos que olvidaron las locuras fructíferas de su juventud, como si no fuera posible otro destino que vivir a merced de los dos grandes dueños del mundo. Este es, amigos, el tamaño de nuestra soledad.

Sin embargo, frente a la opresión, el saqueo y el abandono, nuestra respuesta es la vida. Ni los diluvios ni las pestes, ni las hambrunas ni los cataclismos, ni siquiera las guerras eternas a través de los siglos y los siglos han conseguido reducir la ventaja tenaz de la vida sobre la muerte. Una ventaja que aumenta y se acelera: cada año hay 74 millones más de nacimientos que de defunciones, una cantidad de vivos nuevos como para aumentar siete veces cada año la población de Nueva York. La mayoría de ellos nacen en los países con menos recursos, y entre estos, por supuesto, los de América Latina. En cambio, los países más prósperos han logrado acumular suficiente poder de destrucción como para aniquilar cien veces no sólo a todos los seres humanos que han existido hasta hoy, sino la totalidad de los seres vivos que han pasado por este planeta de infortunios.
Un día como el de hoy, mi maestro William Faulkner dijo en este lugar: "Me niego a admitir el fin del hombre". No me sentiría digno de ocupar este sitio que fue suyo si no tuviera la conciencia plena de que por primera vez desde los orígenes de la humanidad, el desastre colosal que él se negaba a admitir hace 32 años es ahora nada más que una simple posibilidad científica. Ante esta realidad sobrecogedora que a través de todo el tiempo humano debió de parecer una utopía, los inventores de fábulas que todo lo creemos nos sentimos con el derecho de creer que todavía no es demasiado tarde para emprender la creación de la utopía contraria. Una nueva y arrasadora utopía de la vida, donde nadie pueda decidir por otros hasta la forma de morir, donde de veras sea cierto el amor y sea posible la felicidad, y donde las estirpes condenadas a cien años de soledad tengan por fin y para siempre una segunda oportunidad sobre la tierra.
From Les Prix Nobel. The Nobel Prizes 1982, Editor Wilhelm Odelberg, [Nobel Foundation], Stockholm, 1983


viernes, 20 de enero de 2017

Escribir siempre | Página12 | La otra mirada

Escribir siempre | Página12 | La otra mirada



 2012, cuando lo vimos haciendo sus trucos en TV, en Escenas de la novela argentina, muchos de quienes habíamos asistido a sus clases debimos sentir que era un acto de justicia verlo en la pantalla, plenamente en su carácter de Gran Anfitrión de la Literatura Argentina, preciso y deslumbrante, con sus dotes de prestidigitador, Piglia era sin dudas el mejor guía para introducir a alguien en la tradición literaria.
Lo recuerdo en las aulas de Puan en los 90 largos, ya era célebre y no obstante escuchaba con interés nuestras preguntas y hasta tenía paciencia para, al final de la clase, atender a las groupies entradas en años que concurrían como oyentes y se sentaban en primera fila, asintiendo con la cabeza ante cada frase que él decía como si fuese la verdad revelada. Y de algún modo lo era, porque Piglia te abría un mundo en un instante, como quien transforma un bastón en un pañuelo del que sale una paloma.
Tan brillante era que podía trasmitirte las cosas más complejas reduciéndolas a una especie de máxima. Una vez hasta empecé a anotar en un cuaderno lo que yo llamaba “las máximas de Piglia”, sentencias arbitrarias y reveladoras, que lograban condensar en una sola oración algún problema enorme, por ejemplo:”Borges es un escritor del siglo XIX”, “Macedonio poseía una poética anarquista”, “La vanguardia es un género”, “Las traducciones tienen una importancia decisiva en la historia de los estilos”, “El único enigma que proponen las novelas de la serie negra es el de las relaciones capitalistas”, o su idea de que toda la literatura argentina de la segunda mitad del siglo XX podía resumirse en tres vanguardias: la de Walsh, que venía a ser nuestro Norman Mailer, la de Puig, que venía a ser nuestro Truman Capote, y la de Saer, nuestro Beckett. 

sábado, 14 de enero de 2017

martes, 10 de enero de 2017

Kenzaburo Oé

Kenzaburo Oé

(Ose, Japón, 1935) Escritor japonés, premio Nobel de Literatura en 1994. Nació en una aldea de los bosques montañosos de Shikoku de la que su familia apenas había salido. Pasó la guerra allí, pero la voluntad de estudiar lo llevó a Tokio, en cuya universidad ingresó en 1954. Para ello tuvo que perfeccionar su japonés, pues hablaba una variante dialectal propia de la zona.

Kenzaburo Oé
La vocación literaria de Oé nació en cierto modo de la necesidad de aliviar el desarraigo cultural y recuperar lo que él llama "la mitología de mi aldea". De esta época datan La presa, que le valió en 1957 el premio Akutagawa de novela corta, y Arrancad las semillas, fusilad a los niños (1958); en ambas traza un sombrío panorama de los efectos de la guerra en el idílico microcosmos rural.
En sus relatos y novelas suele abordar aspectos de la sociedad contemporánea desde un humanismo crítico, de raigambre existencialista. Su estilo directo, de frases breves y contundentes, se nutre de poderosas imágenes poéticas y abundantes reflexiones metafísicas. Se percibe en él la influencia de Dante, F. Rabelais, H. de Balzac, E. A. Poe o M. Twain, a los que estudió a fondo, pero también de J. P. Sartre, A. Camus, W. B. Yeats o W. H. Auden, por quienes profesa franca admiración.
Escribió diversos artículos y una novela autobiográfica, El muchacho que llegó tarde (1961), sobre la vida estudiantil en un Tokio que no consigue librarse de la alargada sombra de la ocupación estadounidense. Lo que subyace es el conflicto paradigmático del Japón contemporáneo entre modernidad y tradición. Pero allí donde Yukio Mishima, que a pesar de las diferencias ideológicas era amigo suyo, vuelve la vista atrás y añora las gloriosas épocas imperiales, Oé sueña con la democracia participativa.
No obstante, el punto de inflexión en su vida y su narrativa lo constituyó el nacimiento, en 1963, de su primer hijo Hikari, que padecía una malformación neurológica. Fruto del desconcierto y el dolor ante la minusvalía mental del niño pero, al mismo tiempo, del afán de superación y de la necesidad de dotarse de una ética privada, su novela Una cuestión personal (1964) narra, en términos crudos y sin concesiones, el descenso al abismo de un padre atrapado entre el fatalismo y la cínica opción de la huida hacia adelante. Ha regresado al tema de la relación con su hijo, uno de los dos ejes de su literatura, en los libros Dinos cómo sobrevivir a nuestra locura (1969), Las aguas han inundado mi alma (1973) y Despertad, jóvenes de la nueva era (1983).
El otro núcleo lo constituye la pervivencia del cuerpo de mitos y leyendas rurales de su infancia y juventud en el marco de la cultura urbana contemporánea, que vertebra obras como El grito silencioso (1967), Juegos contemporáneos (1979) o Cartas a los años de la nostalgia (1986). Inspirándose en la poesía de Yeats, escribió una trilogía titulada A flaming green tree y, antes de recibir el premio Nobel, libros como M/TLa historia maravillosa del bosque o la novela de ciencia ficción La torre del tratamiento (1990), así como numerosos artículos y ensayos. Destaca en especial Notas sobre Hiroshima, escrito tras entrevistar a diversos supervivientes
de la tragedia atómica.

Obras

La presa (1957)
Arrancad las semillas, fusilad a los niños (1958)
Una cuestión personal (1964)
El grito silencioso (1967)
Dinos cómo sobrevivir a nuestra locura (1969)
Las aguas han invadido mi alma
Juegos contemporáneos (1979)
A veces el corazón de la tortuga (1982)
¡Despertad, oh jóvenes de la nueva era! (1983)
La torre de tratamiento (1990)
Un amor especial (1998)
Salto mortal (1999)
Cartas a los años de nostalgia (1997)
M/T y la historia de las maravillas del bosque
Renacimiento (2000)
¡Adiós, libros míos! (2012)