La levedad del ser

La levedad del ser

jueves, 28 de diciembre de 2017

un viaje por la historia de la literatura.EL CULTURAL


Libros  

Mapas para leer, un viaje por la historia de la literatura

Desde los orígenes de la Humanidad cartografía y literatura comparten una vocación fundamental, la de recrear la realidad. Para destacar esta relación, Nórdica publica el Atlas de Literatura Universal, un recorrido sentimental por 35 obras de todo el planeta a lo largo de más de 3.000 años.


ANDRÉS SEOANE | 28/12/2017 

Mapa para leer el periplo de Neruda
"Los mapas son los ojos de la historia", aseguraba el famoso cartógrafo del siglo XVI Gerardus Mercator. Fue en su época cuando esta ciencia destinada a descifrar y reproducir la realidad comenzó un auge que hoy continúa plenamente vigente. Como señala el escritor y catedrático de Historia Pedro García Martín, los mapas "proliferan actualmente gracias a su polivalencia en el lenguaje, puesto que se habla con soltura de mapas de poder, mapas neuronales, mapas genéticos, mapas del tiempo, y un largo etcétera en el que incluimos los mapas literarios". Desde los orígenes de la literatura, con los relatos orales de los mitos de la creación, esta va unida a la cartografía, convirtiéndose el mapa en un relato y la narración en un espacio geopoético. Y es que ambas disciplinas comparten una vocación fundamental, la de recrear el mundo que describen, la realidad.

Con el empeño de destacar esta relación, García Martín coordina el volumen Atlas de Literatura Universal (Nórdica), un recorrido que abarca todas las épocas y ámbitos culturales a través de 35 obras incontestables que han conformado nuestro imaginario literario a través de los siglos, e incluso los milenios. Con ilustraciones de Agustín Comotto y Tono Cristòfol y textos de profesores, críticos y escritores como Fernando AramburuJulio LlamazaresCarlos García Gual, Laura Castro, Luis Alberto de CuencaAlberto ManguelAndrés BarbaMarta SanzIgnacio García MayIgnacio Peyró o Mercedes Monmany , este Imago mundi de la literatura universal supone un fresco histórico en cuyo espacio podemos leer el tiempo, un periplo sentimental cuyo objetivo es ponerle rostro al autor, encarnar a sus personajes y habitar sus escenarios, para, alejados ya el escritor y nosotros del ruido del mundo, hacernos la ilusión de viajar en el tiempo y vivir su vida. En definitiva de empaparnos de esa abstracción que propone la literatura, que no deja nunca de ser un viaje.

Mitos fundacionales

Remontándonos a los orígenes de la palabra escrita, el periodo reservado a la Antigüedad recoge dos de las primeras fábulas que alumbró la creación humana, historias que cabalgan entre el mito y la realidad pero en las que, quizá ahí reside su magia, todavía nos es posible reconocernos. Nacido en la frondosa Mesopotamia, cuna de la civilización, El poema de Gilgamesh, un relato épico sobre la constante búsqueda y la esperanza humanas, supone la primera lucha de nuestra especie por escapar de una realidad incomprensible y dotarla de sentido. Por su parte, La historia de Sinhué, perfecto reflejo de la vida en tiempos del Imperio medio egipcio y recipiente de infinidad de mitos posteriores, muchos de ellos bíblicos, narra la historia de un viaje que recoge toda una concepción del mundo y de la vida.

Mapa de la Odisea de Homero
Además de estos oscuros y remotos precedentes, es en la Antigüedad donde se fraguan los primigenios pilares culturales de nuestra civilización occidental, las tradiciones judeocristiana y grecolatina. Junto a la Biblia, texto coral por excelencia integrado por una amplia variedad de formas literarias, destacan los dos textos clásicos más memorables, la épica popular de la Odisea homérica y la épica artística de la propagandística Eneida de Virgilio, no por ello menos grandiosa. Alrededor de 700 años separan una concepción del mundo que fue evolucionando y refinándose hasta acabar fagocitándose a sí misma, pero que constituye una de las grandes bases de lo que somos hoy en día.

Oscuridad y florecimiento

El fin del mundo clásico y la oscuridad que envolvió a Europa trasladó el eje de la tradición literaria mundial hacia otras culturas más florecientes que alcanzaron entonces el apogeo de su esplendor narrativo. Durante la Edad Media, el pujante y joven mundo árabe produjo una de las más exquisitas colecciones de relatos jamás escritas. Bajo el título de Las mil y una nochesconocemos hoy esta amalgama de cuentos que integra las tradiciones de diversas culturas orientales: india, mesopotámica, persa, hebrea, egipcia, árabe..., hiladas mediante la eterna fábula de la bella Sherezade, cuya interminables historias se han vuelto eternas alimentando durante siglos la magia y la fantasía. En pleno corazón de la era Heian, época de esplendor político y cultural sin precedentes en Japón, nació la Historia de Genji, escrita alrededor del siglo X por la cortesana Murasaki Shikibu. Ficción llena de realismo entretejido con poesía, narra la vida de Genji, el príncipe resplandeciente, envuelta en una trama de amor y celos protagonizada por una asombrosa galería de personajes retratados con gran pericia psicológica. Considerada como una obra cumbre de la literatura por escritores como Borges, Octavio Paz o Marguerite Yourcenar, se trata de una historia tan universal que todavía es capaz de conmover el corazón de un lector del siglo XXI.

Mapa de Historia de Genji escrita por la cortesana Murasaki Shikibu
A comienzos del siglo XIV Europa comienza a salir definitivamente de las sombras, en buena parte gracias a su primacía tecnológica y a su dominio incipiente del comercio internacional, patente en otro texto fundacional de amplia repercusión (por ejemplo en Cristóbal Colón), El libro de las maravillas del veneciano Marco Polo. En él, el viajero y comerciante narra una expedición familiar de más de dos décadas hasta los confines del mundo conocido entonces, la actual China, en la que recorrió, incluso como embajador del gran emperador Kublai Kahn, Persia, Afganistán, la India y el Sudeste asiático. Y será en Italia donde la historia europea, también la literaria, alcance una de sus grandes transformaciones que afectaría a todos los órdenes de la vida, el Renacimiento. Cuenta de los grandes cambios de la sociedad darán dos grandes obras maestras de este periodo, ambas nacidas en Florencia, la Divina Comediade Dante Alighieri y el Decamerón de Giovanni Boccaccio, que en su tratamiento de la religión y del individuo sentarán las bases para todo lo que vendrá después.

La Edad Moderna fue un viaje sin retorno destinado a destruir, en todos los órdenes, la mayoría de la herencia recibida y a transformarla para siempre. De esta compleja época de absolutos contrastes en todos los sentidos datan dos de las más grandes historias jamás escritas, cuya universalidad garantiza su pervivencia infinita en la historia de la literatura. Poco más se puede decir tanto del Quijote de Cervantes como del Hamlet de Shakespeare, por lo que viajemos al otro lado del mundo, donde a finales del siglo XVIII también se producían importantes cambios sociales. Tras un largo periodo de estabilidad y prosperidad, el Imperio manchú de China vivió durante el siglo XVIII una época de deterioro muy proclive para una novela como Sueño en el pabellón rojo, de Cao Xueqin, cumbre de la narrativa china. Precedente de la novela decimonónica europea, esta novela esencialmente de amor narra la historia de la decadencia de cuatro familias de funcionarios manchúes siendo asimismo un alegato humanista y feminista contra la moral neoconfuciana que reinaba en la época. Todo ello, vertido en una narración que oscila entre el realismo del declive social y el romanticismo de la pasión de los protagonistas.

Viaje sin retorno

A caballo entre el anticuado y refinado XVIII y una concepción contemporánea del mundo nacida en el XIX se encuentra una pequeña novela que preludió el incipiente Romanticismo, Las penas del joven Werther, de Goethe. La historia del joven hipersensible, que provocó numerosos suicidios y fue un auténtico éxito de ventas, abrió una nueva brecha en la moral de una sociedad que pocos años después iniciaría un camino transformador para el que ya no habría vuelta atrás. Hijo del Romanticismo es el Nacionalismo que dominó en buena medida el siglo XIX hasta precipitarlo en el XX. Una de las muestras más significativas de esta reivindicación de las raíces es el Kalevala, la epopeya nacional finlandesa. La monumental obra de Elias Lönnrot, comparable a muchas mitologías ancestrales, cohesionó al país y permitió al formación de una conciencia nacional clave para alcanzar una independencia inédita en la historia finlandesa. También como conformadoras de una incipiente identidad nacional aparecen dos obras de los crecientes y prósperos Estados Unidos, la novela Moby Dick, de Herman Melville, la historia marítima más célebre, y el poemario Hojas de hierba, de Walt Whitman, el centro del canon poético norteamericano que en su día fue una obra rompedora.

Mapa de la historia de Moby Dick de Herman Melville
La efervescencia del siglo arroja ya diversas vías narrativas que produjeron grandes obras maestras. En Guerra y paz, el ruso León Tolstoi se vale de una monumental cortina histórica para, además de describir los prolegómenos y antecedentes del siglo, dar por primera vez voz al pueblo, entendido este no como una entidad abstracta al estilo comunista, sino como una suma de personalidades brillantes. La industrialización y la economía es el eje de la pieza teatral Casa de muñecas, del noruego Henrik Ibsen, que narra las profundas transformaciones sociales propiciadas por el desaforado crecimiento de la ciudad de Kristiania, hoy Oslo. El ya consolidado colonialismo europeo ofrece amplias lecturas en obras como El hombre que pudo reinar, de Rudyard Kipling, imposible amante a un tiempo del opresor Imperio británico y de la oprimida India, o en La línea de la sombra, de Joseph Conrad, célebre por la profunda y estremecedora El corazón de las tinieblas. Y absolutamente célebres, y de clara vocación popular, son dos maestros pioneros de sendos géneros: de la ciencia ficción y los viajes, Julio Verne, que desgranó todo un mundo interior y profético en sus Viajes extraordinarios; y de la novela policiaca o detectivesca, Arthur Conan Doyle, gran amante de la novela histórica, pero cuyo Sherlock Holmes, que llegaría a aborrecer, se convirtió en el prototipo de detective además de en un gran observador de la sociedad victoriana.

Historias para entender lo que somos

Si el siglo XIX ya es complejo de amalgamar a nivel literario, la complejidad del siglo XX a este respecto es absoluto reflejo de lo que fue el propio siglo, el de las grandes revoluciones a todos los niveles, desde la destrucción del mundo anterior con las dos guerras mundiales y el de la globalización y la uniformización, si bien precaria, de todo el planeta. Todavía con mucho del siglo pasado, despunta en Suecia en 1907 El maravilloso viaje de Nils Holgersson, de Selma Lagerlöf, una fascinante novela de aprendizaje todavía llena de alegatos en favor de una naturaleza que cedía inexorablemente al empuje del progreso. Plenas de vanguardia literaria, que atenazaba implacablemente a todas las artes europeas, deben destacarse tres obras capitales del siglo XX, referencia obligada para todo lo que vino despuésEn busca del tiempo perdido, de ProustLa metamorfosis, de Kafka, y el Ulises, de Joyce, aunque también podría acoger esta terna el Libro del desasosiego, de Fernando Pessoa. Y, sin salir de Europa, merece ser nombrada una novela fundamental para entender lo que fue la Primera Guerra Mundial y el fin del viejo mundo: Las aventuras del valeroso soldado Schwejk, del checo Jaroslav Hasek.

Mapa de los avatares de El Quijote
Pero, como decíamos, el siglo XX devuelve su importancia a las literaturas extraeuropeas, ajenas a Occidente, o de lo que solemos llamar el Tercer Mundo. Algunas de las mejores obras de la literatura contemporánea en castellano vienen de Latinoamérica, como la obra en verso de Pablo NerudaVeinte poemas de amor y una canción desesperada, o la novela Cien años de soledad, con la que Gabriel García Márquez dio origen al boom literario del subcontinente. También encuentran aquí hueco El Aleph, del sabio Borges, quizá el mejor cuentista del siglo, o los relatos recogidos en Gran Sertón: Veredas, del cosmopolita brasileño João Guimarães Rosa. También la Ladera este del "viajero del siglo", Octavio Paz, incapaz ya él, con plena consciencia y lucidez, de huir de los grandes disturbios políticos y sociales que azotaron el pasado siglo. Problemas que fueron determinantes en un continente como África, donde la descolonización narrada magistralmente por el nigeriano Wole Soyyinka en El león y la joya no fue la panacea prometida, como demuestra el viaje al corazón del horror que narra la sudafricana Nadine Gordimer en La hija de Burger.

Con esta novela publicada a finales de los años setenta, pone fin este recorrido cartográfico por más de 3.000 años de historia de la literatura, una experiencia excitante, en palabras de García Martín, "no tanto por la poco más de treintena de títulos que hemos conseguido incluir, sino por todo aquello que hemos debido excluir". 

viernes, 15 de diciembre de 2017

“El crimen fue en Granada”, de Antonio Machado

“El crimen fue en Granada”, de Antonio Machado

 
 
 
 
 
 
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Autor: Raúl Molina
A Federico García Lorca
I
EL CRIMEN
Se le vio, caminando entre fusiles
por una calle larga,
salir al campo frío,
aún con estrellas, de la madrugada.
Mataron a Federico
cuando la luz asomaba.
El pelotón de verdugos
no osó mirarle a la cara.
Todos cerraron los ojos;
rezaron: ¡ni Dios te salva!
Muerto cayó Federico
—sangre en la frente y plomo en las entrañas—.
… Que fue en Granada el crimen
sabed —¡pobre Granada!—, ¡en su Granada!…
II
EL POETA Y LA MUERTE
Se le vio caminar solo con Ella,
sin miedo a su guadaña.
—Ya el sol en torre y torre; los martillos
en yunque, yunque y yunque de las fraguas—.
Hablaba Federico,
requebrando a la Muerte. Ella escuchaba.
«Porque ayer en mi verso, compañera,
sonaba el eco de tus secas palmas,
y diste el hielo a mi cantar, y el filo
a mi tragedia de tu hoz de plata,
te cantaré la carne que no tienes,
los ojos que te faltan,
tus cabellos que el viento sacudía,
los rojos labios donde te besaban…
Hoy como ayer, gitana, muerte mía,
qué bien contigo a solas,
por estos aires de Granada, ¡mi Granada!»
III
Se les vio caminar…
Labrad, amigos,
de piedra y sueño, en el Alhambra,
un túmulo al poeta,
sobre una fuente donde llore el agua,
y eternamente diga:
el crimen fue en Granada, ¡en su Granada!
La Guerra Civil es el gran lunar del siglo XX en España. Por sus consecuencias, por la sangre que se derramó, por quienes tuvieron que cruzar fronteras, por todas las historias truncadas…
El escritor
La de Antonio Machado fue una de ellas: perseguido por el ejércitoAntonio Machado Nacional, huyó junto a su anciana madre desde Rocafort (Valencia) hacia la frontera con Francia siguiendo los embarrados y peligrosos caminos del litoral valenciano en un invierno frío y gris. Junto a miles de españoles, entre quienes se encontraba el también poeta Carles Riba, el novelista Corpus Barga o el filólogo Tomás Navarro Tomás. En la aduana Corpus Barga interfiere. Consiguen superarla y llegar a Cerbère durante la noche del 27 de enero de 1939, apenas tres meses antes del fin de la Guerra. La mañana siguiente marchan a Collioure. Allí muere el 22 de febrero. Desfigurado. Consumido. Decepcionado. Triste. En un país desconocido donde todavía descansa. Tres días después fallece su madre. Un verso fue encontrado en un bolsillo de la chaqueta de don Antonio: “Estos días azules y este sol de la infancia”. Un poema inacabado en medio de las ruinas de un mundo que se agrieta; de un mundo que ya no es mundo.
El objeto del poema
FedericoLa de Federico García Lorca fue otra de las historias truncadas. En 1936, cuatro días antes de la sublevación militar, Lorca vuelve a su Granada natal. El día 20 de julio, la ciudad ya era falangista y no pocos le recomendaron que huyera. Más si cabe tras el fusilamiento del alcalde, cuñado del poeta. Buscó refugio en casa del también escritor Luis Rosales, de familia falangista. Sin embargo, el 16 de agosto es detenido. La sombra de la traición siempre ha sobrevolado la figura de Rosales y la de sus familiares, cercanos amigos de Lorca, sin embargo, el autor de La casa encendidanegaría hasta el último día de su vida esta versión. Federico, dice, era mi amigo, alguien lo traicionó, pero no fui yo. Los falangistas acusaban a Lorca de ser espía de los rusos, de estar en contacto con estos, de haber sido secretario de Fernando de los Ríos (Ministro durante la República) y de ser homosexual. Durante la madrugada del 18 de agosto entran a la celda en la que estaba preso, lo insultan, lo amenazan, lo golpean, le tapan la cara y lo suben a un vehículo. Se detienen en el camino de Víznar, frente a un huerto de olivos, paradójica y dantescamente similar a aquellos a los que tantas veces cantó en sus poemas. Allí lo fusilan, junto al maestro Dióscoro Galindo y a los banderilleros anarquistas Francisco Galadí y Joaquín Arcollas. Sus cuerpos descansan todavía en una fosa común anónima en un paraje de Fuente Grande, entre Víznar y Alfacar. Uno de tantos cuerpos más entre cunetas. Así tratamos la memoria, así la cultura. Una cuestión que escuché de Ian Gibson al hilo de un debate muy candente durante años en la prensa española: ¿Cómo hablar de memoria histórica en un país que es incapaz de arrojar luz sobre un crimen de lesa humanidad y recuperar los restos del mejor de sus poetas contemporáneos?
El poema
No se entretiene Machado en grandilocuencias. El poema es sencillo. Directo. Sentido. Describe la inhumana imagen del camino hacia el paredón: “Se le vio caminando entre fusiles, / por una calle larga, / salir al campo frío, / aún con estrellas de la madrugada”. Quienes sostienen los fusiles, quizás sabedores de que van a acabar con las letras españolas de un solo plumazo, no lo miran a la cara: “Todos cerraron los ojos; / rezaron: ¡ni Dios te salva!”. Y Federico muere: “sangre en la frente y plomo en las entrañas”. Ya no habrá más casas de Bernarda Alba, más poetas en Nueva York, más romancero gitanos o yermas. No, ya no más vida: “Que fue en Granada el crimen / sabed -¡pobre Granada!-, en su Granada…”.
Ahora, camina con la muerte. Imagen medieval, sin duda. Poética y negra. Lorca, le habla a la muerte e intenta amilanarla: “Ya el sol en torre y torre; los martillos / en yunque –yunque y yunque de las fraguas”. Intenta ser la voz del poeta: “Porque ayer en mi verso, compañera, / sonaba el golpe de tus secas palmas, / y diste el hielo a mi cantar, y el filo / a mi tragedia de tu hoz de plata”. Son imágenes lorquianas. Perfectamente posibles en alguno de sus versos más conocidos: “te cantaré la carne que no tienes, / los ojos que te faltan, / tus cabellos que el viento sacudía, / los rojos labios donde te besaban…”. Sí, suena a Federico. Pero es oscuro. El poeta ya no puede cantar: “Ella sigue en su baranda, / verde carne, pelo verde, / soñando en la mar amarga”. Su verso ya no cabalga, como este del Romance Sonámbulo, intenta hacerlo pero hay algo que se lo impide: “Hoy como ayer, gitana, muerte mía / qué bien contigo a solas”. Y resuena el Romancero: “¡Oh ciudad de los gitanos!/ ¿Quién te vió y no te recuerda? / ciudad de dolor y almizcle, / con las torres de canela”. Anda, sigue andando el poeta junto a la muerte. Inseparables “por estos aires de Granada, ¡mi Granada!”.Monumento
Vuelve la voz a Machado. Que reclama la memoria que todavía a Federico, casi ochenta años después, no se le ha concedido: “Labrad, amigos / de piedra y sueño, en el Alhambra, / un túmulo al poeta / sobre una fuente donde llore el agua”. Nadie se ha molestado en labrar: no corre el agua, no hay túmulos, ni tumbas, ni fuentes, ni sueños, ni siquiera una fría placa de metal que recuerde que “el crimen fue en Granada, ¡en su Granada!”.
P.D. 1: “El crimen fue en Granada”, interpretado por Rosi Cervantes

viernes, 8 de diciembre de 2017

DE QUÉ HABLA MURAKAMI. Un artículo de Manu de Ordoñana, Ana Merino y Ane Mayo

DE QUÉ HABLA MURAKAMI. Un artículo de Manu de Ordoñana, Ana Merino y Ane Mayoz

 
De la originalidad, de los lectores, de sus traducciones, de sus inicios, del béisbol, del jazz… En su ensayo De qué hablo cuando hablo de escribir (Tusquets, 2017) el escritor y traductor japonés Haruki Murakami (Kioto, 1949) repasa su periplo literario con la intención de dar a conocer cómo una persona humilde, honesta consigo misma y con los demás, llega a ser lo que es en el universo literario.
 
Pocos datos asoman de su vida personal: se casó y se vio en la necesidad de trabajar; abrió un bar donde organizaba conciertos de jazz. Posteriormente acabó sus estudios universitarios de Artes Escénicas. No le gustaba estudiar, por lo que nunca se esforzó demasiado (siete años le costó terminar la carrera). Se crio en una tranquila zona residencial, en el seno de una familia pequeño burguesa de asalariados. Leer fue su gran escuela. Si no hubiera leído tantos libros, mi vida habría sido más gris, apática, deprimente, inclusoEn ellos aprendió muchas cosas importantes de la vida y no halló ni competitividad, ni reglas absurdas, ni juicios de valor.
 
En los años ochenta sintió la necesidad de irse de su país; le resultaba difícil escribir en una sociedad que se regía únicamente por el dinero y que se entrometía en su vida personal.
 
Su incursión en la escritura resulta curiosaen un partido de béisbol, tras una jugada asombrosa, sintió que él también podía realizar algo increíble como escribir una novela. Sin tener ninguna idea, lo hizo. Al releerla, fue consciente de que lo que había escrito no dejaba ningún poso en el corazón. Entonces analizó el otro aspecto: el idioma. Con su lengua materna, el japonés, cuando intentaba construir frases para expresar un sentimiento, las palabras se le amontonaban. Por eso comenzó a escribir en inglés y, cuando tradujo el primer capítulo, se dio cuenta de que había aflorado una forma de narrar propia de él.
 
Ese partir de cero, ese No tengo nada que escribir inicial lo transformó en motivación y sobre esa base avanzó en la escritura. Para inventarse un estilo propio, se sirvió de la música, en especial del jazz, así como de frases cortas con una estructura gramatical más bien simple. Quizá no escriba con la cabeza, sino con cierto sentido corporal, como si fijase el ritmo con unos buenos acordes y me dejase llevar después por el poder de la improvisación.
 
De esta manera, Escucha la canción del viento (1979), su primera novela, ganó el Premio de Literatura Gunzou para escritores noveles, concedido por una revista literaria. Fue su inclusión en el ámbito profesional.
 
El premio le introdujo en la fama, pero no duda en afirmar que hay cosas mucho más importantes para un escritor que los premios. Lo que permanece en el tiempo para las generaciones futuras son las obras, no los premios. Por eso, solo en dos ocasiones más optó a otro premio, en este caso, el Premio Akutagawa. No le preocupó no ganarlo, es más opina que hubiera sido un inconveniente llamar la atención al trabajar en su bar. Sin embargo, los demás convencidos de que lo ganaría se sintieron obligados a consolarle. Incluso un día se topó con un libro publicado sobre el tema.
 
Es una persona que necesita mucho tiempo para cambiar el método que tiene de hacer las cosas. Por eso, comenzó escribiendo en primera persona del singular masculino y se mantuvo así durante un largo tiempo. Con sus primeros personajes le ocurrió lo mismo, al principio, era incapaz de ponerles nombre. A la hora de crearlosno suele partir de una persona real, sino que prefiere fijarse en la apariencia, en la forma de expresarse, de actuar de muchas personas.
 
Le gusta reescribir, lo define como la actitud de un escritor frente a un trabajo que decide mejorar. Uno puede convencerse de haber escrito algo casi perfecto, pero siempre es mejorable. Por eso en esa fase de reescribir intento apartar mi orgullo y mi presunción. Después llega la primera lectora de sus escritos antes de la editorial: su mujer; discute con ella, pero admite que por lo general tiene razón y nuevamente lo reescribe.
Pocos escritores afirman tajantemente como él que nunca ha sufrido un periodo de sequía creativa. Y es que cuando no se siente con ganas de escribir, traduce del inglés al japonés. La traducción es un trabajo técnico por lo que no interfiere en la necesidad de expresar algo y es un excelente ejercicio de escritura.
 
La figura del lector no cobró existencia en él hasta que ganó el premioNo es de los que se prodiga en actos públicos, únicamente  da conferencias en el extranjero una vez al año o participa en lecturas públicas con firma de libros incluida. Le satisface que sus obras interesen a distintas generaciones.
 
Lo negativo de esta su profesión está en la crítica que nunca le ha apoyado —incluso calificaron de “contrariedad” el que un escritor se dedicara a la traducción— y puede que todo se entienda porque en Japón, quien hace algo distinto a los demás aviva una reacción de rechazo. Y en la soledad del escritor. Para él es como estar sentado en lo más profundo de una cueva.
 
A lo largo del libro reitera sin cesar dos números: el treinta, que alude a la edad en la que se convirtió en escritor y el treinta y cinco, los años que lleva escribiendo. Y es que él mismo se sorprende de llevar tanto tiempo haciendo lo mismo. De ese primer día mantiene la misma sensación a la hora de escribir, como si tocara música, la misma premisa de divertirse y la misma libertad para crear algo original. Soy un individualista nato, decidí hacer lo que quería y como quería.
 
De lo que no habla este libro es de sus gustos literarios, aunque es obvio el guiño a CarverDe qué hablamos cuando hablamos de amor (1987).
 
Un artículo de Manu de Ordoñana, Ana Merino y Ane Mayoz.

lunes, 4 de diciembre de 2017

Ana María Matute y sus fantásticos mundos

Ana María Matute y sus fantásticos mundos (Extraído de "Poemas del alma")

La literatura me ha salvado cuando en la vida he caído en pozos oscuros”
Un día como ayer, 26 de julio, hace 86 años nacía Ana María Matute, una escritora con garra que ha ofrecido miles de mundos increíbles e impregnado con su estilo tierno y apasionado, las letras españolas.
El año pasado, la autora recibió el Premio Cervantes de Literatura, uno de los galardones más prestigiosos, convirtiéndose en la tercera dama que alcanzó dicho premio. En este artículo le haremos un breve homenaje a esta enorme mujer, que vive la literatura de una forma tan intensa que te hace estremecer.
Ana María manifiesta un amor por las letras que llama la atención, dice que se siente ligada a la literatura de una forma muy fuerte y es la literatura la que en más de una ocasión le ha devuelto el gusto por la vida.
“Tuve una depresión mala y dejé de escribir. No me interesaba nada. Ese libro me salvó. Volver a escribir fue volver a ser yo misma. Sin escribir no soy yo, no soy nada”.

Una mujer obsesionada con la infancia
Ana María Matute ha escrito principalmente acerca de la infancia y de la falta de entendimiento entre los adultos y los niños. En su obra “Paraíso inhabitado” hace especial hincapié en esta problemática y muestra la realidad desde la mirada de una niñita que no desea dejar el paraíso de la infancia pero la fuerzan a hacerlo, a crecer, a volverse a adulta, a olvidar todo ese mundo que la contiene y que considera es el único que le puede hacer sentir a gusto, lo que puede rescatarla del dolor.
Esta obra es un absoluto grito de auxilio de todos los niños que los grandes tenemos dentro, para salir, para permitirles ser, y es, seguramente la revelación de un mundo que los grandes ignoramos, el universo de los pequeños.
Para la Matute la infancia es fundamental. En realidad está convencida de que es importante para todos pero algunos no se dan cuenta, olvidan que dentro tienen un niño y que pesa muchísimo: “La infancia marca. Yo digo en Paraíso inhabitado que “a veces la infancia es más larga que la vida…persiste más””.
La obra de Matute es muy profunda, te entra de una forma directa en el alma y te la estruja sin piedad, haciéndote llorar, reír y permitiéndote entrar en contacto con tu espacio más íntimo.
Muchos lectores creen que Ana María escribe para niños, pero basta comenzar a leercualquiera de sus obras para darse cuenta de que en realidad sus historias son obras muy complejas, que hablan del alma humana, de la guerra, de los sufrimientos propios de la humanidad. Sus obras hablan de niños pero no son escritas para ellos sino “para que las personas mayores se den cuenta de cómo son los niños en realidad, porque no son como ellos se creen”. Aseguró también, que pese a escribir mucho de la infancia, también lo ha hecho de otros muchos temas que la hacen pensar y escribir, y nombró el amor-odio entre hermanos, la incomunicación y la soledad del hombre actual.
Ficción o realidad
Al hablar de su estilo expresa que no considera que su novela sea fantástica, sino mágica, porque la vida es mágica. Porque para quien describe esos universos, ellos son reales, son la realidad del autor.
Para ella entre la fantasía y la realidad no hay una división tan marcada, la fantasía forma parte de la realidad porque es producto de nuestra mente y desde el momento en que empieza a formar parte de nosotros, pasa a ser parte de la realidad.
Ana María cuenta que siempre se sintió como de otro planeta, diferente a las niñas de su edad, distinta del resto de sus hermanos; dice que miraba el mundo como desde un palco, nunca desde dentro, tenía muchos miedos e incluso era tartamuda. La ficción la fue salvando de la soledad, de los golpes duros que la vida le fue dando y, pese a que la empujaron bruscamente fuera de la infancia, algo de ella permaneció en ese estadio. “La infancia no es una etapa de la vida: es un mundo completo, autónomo, poético y también cruel, pero sin babosidades”.
La guerra civil español, un mal que no era necesario
La guerra marcó considerablemente la vida de Ana María Matute. Comenzó pocos días antes de que Ana María Matute cumpliera los 11 años y dicho hecho cambió rotundamente su vida. Podemos escucharla decir que “De repente de la noche a la mañana el mundo se rompió”. Dice que la guerra la destruyó mucho y fue con ella con quien tuvo noción por primera vez de lo que era la muerte y el odio, y al hablar de esto, sus ojos parecen embargarse de un pasado remoto que vive con ella, que la sigue adonde vaya.
Para la Matute las ideologías políticas cambian mucho con el paso de los años pero los sentimientos que las arraigan no, los sentimientos son perennes. El odio, el amor, el desprecio, la discriminación, la sed de venganza, son eternos y rodean la vida del ser humano desde sus orígenes y hasta el último día de su existencia. Al hablar de esto siempre hace alusión a la guerra, cuyos motivos cambian, pero que encierra los mismos sentimientos miserables de siempre y que, al fin y al cabo, sus resultados siempre son más desfavorables que positivos para las sociedades que deben soportarlas.
La lucha por vivir y por sobrevivir a su cuerpo
La Matute en su extensa carrera, que esperemos dure todavía varios años más, se juega por defender básicamente tres cosas: la literatura infantil, los cuentos y la felicidad.
En el magnífico discurso que dijo cuando se le entregó el Cervantes, luego de aclarar que no le gusta pronunciarlos, expresó que para ella la literatura es lo que le da fuerzas para vivir cada día. “San Juan dijo: “El que no ama está muerto”, y yo me atrevo a decir: “El que no inventa, no vive
Pese a lo que desde afuera se puede apreciar, escribir no es un juego de niño, y tampoco ha sido sencillo para Ana María este camino, que le ha costado mucho esfuerzo y sobre todo, por el que ha dejado mucho. “A la literatura grande se entra con dolor y con lágrimas. Escribir es una forma de protesta siempre, un modo de expresar nuestro malestar en el mundo”.
Y ella habló de ese mundo con el que no estaba conforme, y aún hoy, con 86 años continúa haciéndolo, mientras escribe la que será su próxima novela…
Ana María Matute vive y con esa alegría que la caracteriza y ese tesón envidiable, se ha convertido en una mujer a quien el paso de los años no parecen afectarle, sólo a su cuerpo, pero a ella no. Ella parece sobrevivirse a sí misma en sus obras y en esos fantásticos mundos que, una vez que los habitas, no puedes dejar de visitar con cierta periodicidad.

lunes, 20 de noviembre de 2017

‘El cuento de la criada’, de Margaret Atwood

Margaret Eleanor Atwood es una prolífica poeta, novelista, crítica literaria, profesora y activista política canadiense. Wikipedia
Fecha de nacimiento18 de noviembre de 1939 (edad 78), Ottawa, Canadá
PremiosPremio BookerMÁS

‘El cuento de la criada’, de Margaret Atwood

El cuento de la criada - Margaret Atwood

Como suele suceder con algunos autores que sólo consiguen salir de los círculos minoritarios gracias a la concesión de galardones mediáticos, conocí la obra de la canadiense Margaret Atwood (Ottawa, 1939) a raíz de la concesión del Premio Príncipe de Asturias a las Letras en 2008. Se trata de una escritora con una obra variada y lúcida, comprometida con la posición social e individual de la mujer, y entre la que destaca su célebre novela El cuento de la criada (The Handmaid’s Tale, 1985). Con ella me acerqué a su literatura y a su lectura le siguió la de otras novelas como La mujer comestible (The Edible Woman, 1969), Resurgir (Surfacing, 1972) o El asesino ciego (The Blind Assassin, 2000).
Hace unas semanas me acerqué de nuevo a El cuento de la criada. Recordaba haber disfrutado del libro y de la historia, y me apetecía volver a sus páginas. Su relectura me ha confirmado que hay novelas que ganan con las revisiones.
La historia de El cuento de la criada se centra en una espeluznante distopía en la que se narra, a través de una voz femenina en primera persona, un futuro en el que, tras unas guerras con armas nucleares, los Estados Unidos se han transformado en la república de Gilead, una suerte de teocracia basada en el puritanismo y en la interpretación extrema del Antiguo Testamento en el que la sociedad se estructura y organiza de manera patriarcal y arcaica.
Margaret Atwood, autora de El cuento de la criada
La narradora, Defred, nos relata su historia mediante continuos flashbacks en forma de recuerdos mientras reconstruye su presente en la república de Gilead, que ha relegado a las mujeres a unos pocos papeles: esposa, madre y ama de casa. Papeles que los hombres de la oligarquía que domina este estado han decidido que deben ser los que interpreten las mujeres. La sociedad de la república de Gilead, controlada por Ojos y vigilada por Ángeles, está dirigida por una élite política compuesta por los llamados Comandantes. Sometidas a éstos se encuentran las Esposas, asistidas por las Marthas, mujeres encargadas de las labores de la casa. Por último, las Criadas, mujeres cubiertas con hábitos rojos que no tienen ningún control sobre su cuerpo, y cuya única misión es engendrar a los hijos de los Comandantes. A esta categoría pertenece la narradora, que va desgranando su historia y la de la sociedad en la que vive con cierta nostalgia y resignación. Las criadas están sometidas en todos los aspectos y ni siquiera son madres ya que al dar a luz a los hijos de los Comandantes éstos son criados por las Esposas. Sólo son un cuerpo que debe preservarse oculto, un vientre para asegurar la descendencia de la oligarquía.
Margaret Atwood, a través de la historia de Defred y de sus recuerdos de antes de la instauración de la república de Gilead, hace hincapié en todo aquello que se puede arrebatar a las mujeres: trabajo, posición social, pensamientos, capacidad crítica, sexo, libertad… Las ideas son peligrosas para el Estado totalitario que imagina Atwood, como  lo eran los sueños en El Palacio de los Sueños de Ismail Kadaré. Por esta razón las mujeres son educadas en Centros que trabajan directamente para destruir la conciencia individual de las Criadas. Las Criadas han perdido todo, incluso el nombre. Son propiedad de los hombres, por eso reciben nombres como Defred (que pertenece a Fred) o Deglen.
En un mundo donde la procreación es sagrada y la concepción limitada, El cuento de la criada va esbozando una historia espeluznante y oscura. El totalitarismo que recrea Atwood es extremo, pero su denuncia del control de las mujeres(especialmente en lo que se refiere a su capacidad de ser libres, de decidir sobre su vida y sobre su función reproductora) es tan actual que no deja de ser inquietante. La escritora canadiense no es sutil en su denuncia feminista. No le hace falta. El miedo a las mujeres y a su sexualidad no es algo del futuro. Atwood lleva al extremo situaciones que ya están sucediendo, lo que hace de la lectura de esta novela algo necesario.
La distopía de Atwood está trazada con una cierta sequedad y análisis minucioso, vertebrando una narración de textura ásperadonde las observaciones de la protagonista se tiñen de una cierta frialdad. Estamos ante un libro magnífico cuya lectura es mucho más que recomendable. Tan sólo el cierre del libro, que actúa como válvula de escape a la tensión narrativa y que se basa en el manido recurso del “manuscrito encontrado”, resta un poco de intensidad a la novela. No obstante, el resultado global es casi redondo.
Ficha bibliográfica
Margaret Atwood, El cuento de la criada (trad. Elsa Mateo), Barcelona, Bruguera, 2008, 477 páginas.
La imagen de Margaret Atwood la he extraído de brainpickings.org.