La levedad del ser

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lunes, 28 de marzo de 2016

El pequeño Swift Un iluminador ensayo con limitaciones interpreta la carrera literaria del polémico Philip Roth.BABELIA

EL LIBRO DE LA SEMANA

El pequeño Swift

Un iluminador ensayo con limitaciones interpreta la carrera literaria del polémico Philip Roth

El escritor Philip Roth, en Nueva York en 2010. Eric Thayer (Reuters)



Siempre se ha dicho que Jonathan Swift, tal vez el más importante escritor en lengua inglesa de su tiempo (con el permiso de James Boswell), fue un escritor que unía a su gran inteligencia una absoluta incapacidad para la ilusión. Una oculta de­sesperación le llevaba a la crítica de todos los valores dominantes, hasta amenazar las raíces mismas de la existencia humana en Los viajes de Gulliver (1726). Y agradezco a la autora de Roth desencadenado. Un escritor y sus obras, Claudia Roth Pierpont, que sugiera las correspondencias apreciables en el talento y sensibilidad de ambos novelistas. Porque, en efecto, con siglos de distancia, los dos recurren a la sátira como el principal instrumento de su literatura, pero también late en ellos el deseo de renovar la prosa de su tiempo, dotándola de una nueva y punzante vitalidad. Asimismo los dos se caracterizan por un componente obsesivo y amargo de su personalidad que les conduce a la depresión ocasionalmente.
El título de este iluminador ensayo con hechura biográfica juega con el conocido Zuckerman encadenado / desencadenado de Philip Roth, como sugiriendo la liberación de las claves de un escritor cohibido (en todo caso, como persona, no como novelista). No hay ningún lazo de parentesco entre ellos, aunque su apellido sea idéntico. Claudia Roth fue periodista de The New Yorker hasta 2004, cuando levantó el vuelo para centrarse en su propia literatura. El libro que ahora nos ocupa sigue su metodología característica: yux­taponer vida y obra a fin de que ambas se enriquezcan mutuamente y permitan reconstruir las verdaderas dimensiones de una trayectoria literaria. Lo practicó ya con Hannah Arendt, Gertrude Stein, Anaïs Nin o Margaret Mitchell. Es decir, que casi siempre fueron ellas —“mentes apasionantes”— las que centraron su interés.
Su última contribución gira, sin embargo, en torno a Philip Roth, el escritor vivo más importante de la narrativa americana contemporánea. Y un novelista que ha tenido sus problemas con la crítica feminista, acusándole de misógino e incluso de maltrato emocional, a raíz de la publicación de las memorias de su segunda esposa, Claire Bloom, Leaving a Doll’s House (traducidas por Circe como Adiós a una casa de muñecas). Un libro que le valió la enemistad de John Updike, quien dio crédito absoluto a las acusaciones; y un sinfín de comentarios y chascarrillos que le dejaron particularmente indefenso. Para amortiguar el golpe, Roth abandonó Nueva York y se refugió en su casa de Connecticut, pero aquella experiencia trabajaría por dentro y de ella saldría Me casé con una comunista y, sobre todo,La mancha humana, una obra excepcional donde el novelista deconstruye la forma en que el deshonor moral y el chismorreo se han convertido en un entretenimiento público, causando un daño irreparable. En todo caso, con Bloom llovía sobre mojado, pues había quedado marcado por su primer matrimonio con Maggie Martinson, una mujer inestable de la que se vengaría en Mi vida como hombre.
Roth desencadenado se lee con fluidez y está escrito con inteligencia y perspicacia, ofreciendo una interpretación coherente de su carrera literaria. No se espere una biografía convencional del personaje, pues el libro ha contado con su estrecha colaboración: parte de una amistad imprecisa entre ambos —“en la salud y en la enfermedad”— y por ello ofrece muchas limitaciones. La más grave es que no se analiza la psicología de Roth ni se menciona su evidente neurosis, y se pasa de puntillas sobre el contexto judío de Newark, de donde salen sus primeros y vitriólicos libros, y muy especialmente El lamento de Portnoy. La escritora, consciente de su antifreudismo, evita profundizar en su vida familiar y traza una diagonal hasta el primer libro, Goodbye, Columbus. Ahí es donde Claudia Roth empieza a pisar firme, proporcionando una visión filosófica de su obra que incluye la tensa relación del autor con la crítica. Es obvio que el libro debe luchar con todo lo que Roth ha escrito y ha dicho de sí mismo —Los hechos: autobiografía de un novelistaPatrimonio: una historia verdaderaEl oficio: un escritor, sus colegas y sus obras, y muy especialmente a través de su heterónimo, Nathan Zuckerman—, pero sale airosamente del empeño. La biografía llegará algún día.

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