La levedad del ser

La levedad del ser

sábado, 15 de septiembre de 2018

SAYHUEQUE, REY DEL PAÍS DE LOS MANZANOS

SAYHUEQUE, REY DEL PAÍS DE LOS MANZANOS





Baluarte de las razas originarias de estas tierras, previo a la colonización española primero y la militar después, Valentín Sayhueque se erige en el recuerdo como un símbolo de su raza.
Definido como el “último cacique manzanero” y jerarca absoluto de los huilliches (gente del sur) habitó junto a sus tribus del sur de la provincia del Neuquén y el norte de Río Negro a mediados del siglo XVIII.
Pero estos rasgos que lo emparentan e igualan con otros caciques cuyos nombres trascendieron a su tiempo como Calfucurá, Manuel Namuncurá, Pincén o tantos otros, Sayhueque puede diferenciarse también por la visión estratégica y política que tuvo cuando el “huinca” (hombre blanco) asomó en sus feudos primitivos para quedarse en las denominadas Campañas del Desierto.
Sayhueque intentó, con sus medios y limitaciones, aparearse con los blancos pero las intenciones no van siempre de la mano de la realidad y terminó combatiendo.
A pesar de la intención de negociar con los españoles, él y su gente, no sólo fueron despojados de sus tierras del valle, sino que fueron humillados para terminar en Chubut, en un frío pueblo que nada tenía que ver con sus otroras verdes dominios.
Nació, aproximadamente, en 1830 cuando Juan Manuel de Rosas ya presentaba su proyecto de lucha contra los aborígenes a la Legislatura de la provincia de Buenos Aires. La idea de Rosas era avanzar hacia el sur del río Colorado y remontar el río Negro, es decir ingresar y dominar la Nación Mapuche.
El cacique nace en libertad, pero en un momento en que los colonizadores que gobernaban, o gran parte de ellos, no querían la integración de los originarios sino su exterminio, en nombre del avance de las fronteras y la civilización.
Sin embargo el cacique Chocorí, padre de Sayhueque, fue el primero en resistir esta invasión violenta.
Cuando las tropas de Rosas superaron el Sauce Chico, cerca de Bahía Blanca, y comenzaron la persecución del cacique, éste se refugió cerca del río Colorado llevando al pequeño Valentín en sus brazos.
A Chocorí lo mató el Coronel Sosa, en 1833, durante esa campaña.
En su juventud Sayhueque subió y bajó por las tierras que habían sido del dominio de su padre y comenzó a afianzar su poder. Tehuelches, araucanos, manzaneros, pampas, mapuches, todos reconocían su autoridad.
Ni Sayhueque ni su gente, realizaban malones contra los huincas, y además el cacique se consideraba argentino y elevaba el estandarte para diferenciarse de Chile.
Lo visitaron George Chaworth Muster, Foyel y Moreno. Le brindaron comprensión y respeto, pero a la vez llevaron al mundo del hombre blanco la visión de esa tierra de ríos, manzanas y piñones, hielos y lagos. Transmitieron la inconmensurable belleza del sur y marcaron caminos e informaron. Estos relatos despertaron el interés de comerciantes, gobernantes, terratenientes.
La lucha armada contra el indio tomaba forma y sentido.
Hasta poco antes de la “Campaña de Nahuel Huapi” –en 1881-, la población del país de las Manzanas era de unas 30.000 personas. Cuando se produjo el inesperado ataque comandado por el coronel Conrado Villegas, el cacique manzanero, que no había creído que pudiese ser atacado por el ejército argentino -de quien se consideraba aliado-, fue forzado a huir al sur con los demás caciques -Foyel e Inacayal-, abandonando tierra y animales.
Valentín Sayhueque, quien había sido nombrado por el entonces presidente Julio Argentino Roca como “Gobernador del País de las Manzanas, y su gente luego de varios años de resistencia errante por el sur de Río Negro y Chubut, diezmados por combates, hambre y frío, terminaron entregándose el 1º de enero de 1885 en el fuerte Junín de los Andes con 700 “lanzas” (guerreros) y 2.500 de “chusma” (viejos, mujeres y niños).
Conducidos a pie hasta Carmen de Patagones, fueron embarcados hacia Buenos Aires donde los caciques quedaron detenidos en El Retiro. Los hombres jóvenes fueron enviados a servir en las goletas de la marina de guerra o a Tucumán para levantar zafras. Las mujeres y los niños, separados de sus madres, fueron entregados a familias “de bien” seleccionadas por la Sociedad Nacional de Beneficencia, destinados para “servir”, ellas, o para ser “criados”, ellos.
Con las comunidades indígenas confinadas o desintegradas, sus territorios fueron vertiginosamente ocupados por nuevos propietarios.
Según Jacinto Oddone, las leyes dictadas con posterioridad a la “Conquista del desierto” enajenaron más de 34 millones de hectáreas, donde 24 personas recibieron parcelas superiores a las 200 mil hectáreas.
Los hijos de la tierra ingresaron, entonces, al túnel de la desintegración cultural.
A Sayhueque lo alojaron en Retiro donde pasó a ser, junto a su gente, un objeto de observación, precisamente en las fiestas de Carnaval. Los diarios de la época se hicieron eco de los sucesos. Lo fotografiaron, lo entrevistaron y lo vistieron de compadrito.
Se entrevistó con Moreno, con el Ministro de Guerra, con el Arzobispo, con el Presidente Roca. Pedía tierras para su gente. Un lugar para vivir en paz, un lugar para la dignidad.
El 1 de abril lo embarcan para la Patagonia, quedando en Buenos Aires, presos, los capitanes fieles, su hijo, su familia.
Lo llevan a Chichinales, cerca de la actual Villa Regina, donde estaba parte de su gente. Este es un destino transitorio, a la espera de las tierras prometidas, pero pasan así más de diez años.
En 1896 Sayhueque y su gente se acercan a las tierras asignadas. Son las lomas de unas sierras pedregosas, en Chubut, lejos de sus ríos y sus verdes.
Cuando se establecieron en el valle de Genua, ya la vida del cacique se apagaba.
Murió el 8 de septiembre de 1903 luego de que un ataque al corazón lo derrumbara durante una ceremonia ritual en Chubut. Lo asistió el salesiano Lino Carvajal, quien telegrafió la novedad al presidente Roca.

Fuente: http://revistahuilliches.blogspot.com/2008/08/sayhueque-el-ltimo-cacique-del-valle.html



sábado, 8 de septiembre de 2018

Chéjov es real que es lo más difícil, Josep Pla por calledelorco







Chéjov es real que es lo más difícil, Josep Pla

por calledelorco
Lo que me impresionó desde el principio fue la simplicidad de su escritura, el cuidado exacto de los detalles, el fabuloso interés por la cotidianidad de la gente -exactamente, de la gente modesta, pobre, gris, misteriosa (sin misterio apreciable), aduladora, envidiosa, que nace, vive y muere. Su escritura es tan normal, tan cercana a las pequeñas cosas de la vida que a mí me parece que el escritor ruso ha contribuido como nadie a la destrucción del barroquismo literario y que esto lo ha hecho de una forma casi inconsciente y por razones de honorabilidad personal, es decir, por un afán de autenticidad y de verdad que se le han impuesto personalmente. La dirección de la literatura no es otra, en cualquier país, que ésta. Chéjov adora la literatura del conde Tolstói, como es perfectamente natural. Consideraba a Dostoievski un autor pretencioso, escasamente objetivo y de relativa humanidad. La descripción que hace de los rusos y de la Rusia de su tiempo no se puede comparar con nada de lo que se escribió en los diferentes países de la Europa de entonces. En este aspecto no creo que haya precedentes: el alcoholismo, la superstición, el convencionalismo, la ignorancia, la sensualidad, el aburrimiento, el tedio, la manía de hablar, de filosofar, la pasión de la labia inseparablemente unida a la incapacidad para la acción, a la gandulería, a la inutilidad de la cultura, al patrimonio ficticio, a la ineluctabilidad del clima, al criticismo ciudadano, a la sucesión de los éxitos y los fracasos. A la nada absoluta y total. Chéjov es el notario vastísimo de la Rusia de su tiempo. Fabuloso escritor, de un gusto exquisito, de una expresividad eficaz, cultísimo, sencillo, simple, real, que es lo más difícil.
Josep Pla
Diccionario Pla de literatura
Foto: Antón Chéjov