El cuento del REY DESNUDO…
En resumen, nos viene a contar como en un lejano país, su monarca se entera que unos famosísimos sastres están de paso por su reino. Sin perder tiempo, los convoca para que le confeccionen su mejor indumentaria. Los sastres, tras de disfrutar varios días de los beneficios que le brinda la vida en la corte del Rey, le comunican que han terminado su trabajo y anuncian a quien quiera escucharlos que han confeccionado para el Rey el traje invisible más hermoso del mundo, tan hermoso que “sólo los tontos no pueden verlo”. Proceden entonces a quitarle la ropa al Rey y mediante aparatosos ademanes le colocan el nuevo traje invisible. Obviamente, el Rey se ve desnudo, pero no lo reconoce porque no quiere aparecer como un tonto frente a tan famosísimos sastres.
Convoca entonces a sus colaboradores, a quienes les pregunta por la belleza de su traje. Y, éstos, una vez superada la sorpresa de ver al Rey desnudo y enterados de que semejante traje es tan hermoso que “sólo los tontos no pueden verlo”, afirman sin rubor que el traje es el “más hermoso del mundo”, lo que convence definitivamente al Rey y entonces los sastres continúan su viaje con el suculento pago por su trabajo, dejando al rey y a su corte muy satisfechos y agradecidos.
El Rey paseaba desnudo por su palacio luciendo su traje invisible, el más hermoso del mundo hasta que un día decidió que su pueblo merecía también disfrutar la hermosura de su traje y salió del palacio para recorrer su reino. Sus súbditos lo ven desnudo, pero por temor a contradecirlo y sabedores de que “sólo los tontos no pueden ver el traje”, nadie dice nada. Hasta que un inocente niño grita: “¡El Rey está desnudo!”
Tal grito pareció remover las conciencias de todos aquellos que presenciaban el desfile, primero con murmullos y luego a voz en grito todos empezaron a chismorrear "el rey va desnudo", ... "el rey va desnudo”. La multitud no pudo contener más la risa. El escándalo era incontenible. cortesanos del rey se dieron pronto cuenta del engaño y es que realmente el rey iba desnudo. Entonces el rey se mira y empieza a correr, de vergüenza no sabia donde meterse, al descubrir la verdad: había sido engañado..
Esta historia es un cuento que hizo famoso el danés Hans Christian Andersen, allá por 1837 y que llevaba por titulo "El traje nuevo del emperador". Lo que que pocas personas saben es que Andersen se inspiro en la obra de un autor español: El Libro de los enxiemplos del Conde Lucanor et de Patronio (escrita en 1335) por Don Juan Manuel que la escribió en plena Edad Media, casi 500 años antes. En concreto, en el ejemplo XXXII, que se titula “De lo que sucedió a un rey con los pícaros que hicieron la tela” (De lo que conesçió a un rey con los burladores que fizieron el paño) y que dice así:
Otra vez le dijo el Conde Lucanor a su consejero Patronio:
- Patronio, un hombre me ha propuesto un asunto muy importante, que será muy provechoso para mí; pero me pide que no lo sepa ninguna persona, por mucha confianza que yo tenga en ella, y tanto me encarece el secreto que afirma que puedo perder mi hacienda y mi vida, si se lo descubro a alguien. Como yo sé que por vuestro claro entendimiento ninguno os propondría algo que fuera engaño o burla, os ruego que me digáis vuestra opinión sobre este asunto.
- Señor Conde Lucanor -dijo Patronio-, para que sepáis lo que más os conviene hacer en este negocio, me gustaría contaros lo que sucedió a un rey moro con tres pícaros granujas que llegaron a palacio.
Y el conde le preguntó lo que había pasado.
- Señor conde -dijo Patronio-, tres pícaros fueron a palacio y dijeron al rey que eran excelentes tejedores, y le contaron cómo su mayor habilidad era hacer un paño que sólo podían ver aquellos que eran hijos de quienes todos creían su padre, pero que dicha tela nunca podría ser vista por quienes no fueran hijos de quien pasaba por padre suyo.
»Esto le pareció muy bien al rey, pues por aquel medio sabría quiénes eran hijos verdaderos de sus padres y quiénes no, para, de esta manera, quedarse él con sus bienes, porque los moros no heredan a sus padres si no son verdaderamente sus hijos. Con esta intención, les mandó dar una sala grande para que hiciesen aquella tela.
»Los pícaros pidieron al rey que les mandase encerrar en aquel salón hasta que terminaran su labor y, de esta manera, se vería que no había engaño en cuanto proponían. Esto tambiénagradó mucho al rey, que les dio oro, y plata, y seda, y cuanto fue necesario para tejer la tela. Y después quedaron encerrados en aquel salón.
»Ellos montaron sus telares y simulaban estar muchas horas tejiendo. Pasados varios días, fue uno de ellos a decir al rey que ya habían empezado la tela y que era muy hermosa; tambiénle explicó con qué figuras y labores la estaban haciendo, y le pidió que fuese a verla él solo, sin compañía de ningún consejero. Al rey le agradó mucho todo esto.
»El rey, para hacer la prueba antes en otra persona, envió a un criado suyo, sin pedirle que le dijera la verdad. Cuando el servidor vio a los tejedores y les oyó comentar entre ellos las virtudes de la tela, no se atrevió a decir que no la veía. Y así, cuando volvió a palacio, dijo al rey que la había visto. El rey mandó después a otro servidor, que afamó también haber visto la tela.
»Cuando todos los enviados del rey le aseguraron haber visto el paño, el rey fue a verlo. Entró en la sala y vio a los falsos tejedores hacer como si trabajasen, mientras le decían: «Mirad esta labor. ¿Os place esta historia? Mirad el dibujo y apreciad la variedad de los colores». Y aunque los tres se mostraban de acuerdo en lo que decían, la verdad es que no habían tejido tela alguna. Cuando el rey los vio tejer y decir cómo era la tela, que otros ya habían visto, se tuvo por muerto, pues pensó que él no la veía porque no era hijo del rey, su padre, y por eso no podía ver el paño, y temió que, si lo decía, perdería el reino. Obligado por ese temor, alabó mucho la tela y aprendió muy bien todos los detalles que los tejedores le habían mostrado. Cuando volvió a palacio, comentó a sus cortesanos las excelencias y primores de aquella tela y les explicó los dibujos e historias que había en ella, pero les ocultó todas sus sospechas.
»A los pocos días, y para que viera la tela, el rey envió a su gobernador, al que le había contado las excelencias y maravillas que tenía el paño. Llegó el gobernador y vio a los pícaros tejer y explicar las figuras y labores que tenía la tela, pero, como él no las veía, y recordaba que el rey las había visto, juzgó no ser hijo de quien creía su padre y pensó que, si alguien lo supiese, perdería honra y cargos. Con este temor, alabó mucho la tela, tanto o más que el propio rey.
»Cuando el gobernador le dijo al rey que había visto la tela y le alabó todos sus detalles y excelencias, el monarca se sintió muy desdichado, pues ya no le cabía duda de que no era hijo del rey a quien había sucedido en el trono. Por este motivo, comenzó a alabar la calidad y belleza de la tela y la destreza de aquellos que la habían tejido.
»Al día siguiente envió el rey a su valido, y le ocurrió lo mismo. ¿Qué más os diré? De esta manera, y por temor a la deshonra, fueron engañados el rey y todos sus vasallos, pues ninguno osaba decir que no veía la tela.
»Así siguió este asunto hasta que llegaron las fiestas mayores y pidieron al rey que vistiese aquellos paños para la ocasión. Los tres pícaros trajeron la tela envuelta en una sábana de lino, hicieron como si la desenvolviesen y, después, preguntaron al rey qué clase de vestidura deseaba. El rey les indicó el traje que quería. Ellos le tomaron medidas y, después, hicieron como si cortasen la tela y la estuvieran cosiendo.
»Cuando el día de la fiesta, los tejedores le trajeron al rey la tela cortada y cosida, haciéndole creer que lo vestían y le alisaban los pliegues. Al terminar, el rey pensó que ya estaba vestido, sin atreverse a decir que él no veía la tela.
»Y vestido de esta forma, es decir, totalmente desnudo, montó a caballo para recorrer la ciudad; por suerte, era verano y el rey no padeció el frío.
»Todas las gentes lo vieron desnudo y, como sabían que el que no viera la tela era por no ser hijo de su padre, creyendo cada uno que, aunque él no la veía, los demás sí, por miedo a perder la honra, permanecieron callados y ninguno se atrevió a descubrir aquel secreto. Pero un negro, palafrenero del rey, que no tenía honra que perder, se acercó al rey y le dijo: «Señor, a mí me da lo mismo que me tengáis por hijo de mi padre o de otro cualquiera, y por eso os digo que o yo soy ciego, o vais desnudo».
»El rey comenzó a insultarlo, diciendo que, como él no era hijo de su padre, no podía ver la tela.
»Al decir esto el negro, otro que lo oyó dijo lo mismo, y así lo fueron diciendo hasta que el rey y todos los demás perdieron el miedo a reconocer que era la verdad; y así comprendieron el engaño que los pícaros les habían hecho. Y cuando fueron a buscarlos, no los encontraron, pues se habían ido con lo que habían estafado al rey gracias a este engaño.
»Así, vos, señor Conde Lucanor, como aquel hombre os pide que ninguna persona de vuestra confianza sepa lo que os propone, estad seguro de que piensa engañaros, pues debéis comprender que no tiene motivos para buscar vuestro provecho, ya que apenas os conoce, mientras que, quienes han vivido con vos, siempre procurarán serviros y favoreceros.
El conde pensó que era un buen consejo, lo siguió y le fue muy bien.
Viendo don Juan que este cuento era bueno, lo mandó escribir en este libro y compuso estos versos que dicen así:
A quien te aconseja encubrirte de tus amigos,
le es más dulce el engaño que los higos
le es más dulce el engaño que los higos
o bien,
Al que te aconseja esconderte de tus amigos,
engañarte le importa menos de dos higos.
En el original: (Quien te conseja encobrir de tus amigos,
sabe que más te quiere engañar que dos figos)
FIN
Tema: Aunque la verdad, ni que sea proviniendo de personas humildes, acaba triunfando sobre la mentira, es prudente desconfiar de asuntos encubiertos.
Personajes: Los protagonistas están formados por una tríade (los pícaros, el rey sus súbditos, entre los cuales emerge el criado negro).
Estructura: Todos los einxemplos tienen la misma estructura: el joven conde Lucanor plantea un problema, se lo cuenta a su ayo Patronio (una especia de profesor particular) el cual decide explicarle la solución con un ejemplo, a modo de cuento, y una moraleja en dos versos que contiene el resumen del consejo. El Conde Lucanor toma el ejemplo y decide actuar en consecuencia.
Origen y secuelas: Origen árabe. Reelaborado por Cervantes (El retablo de las maravillas), difundido por Gracián (Agudeza y arte del ingenio, XXVII y El criticón, III,4) y vuelto a reelaborar por Andersen (El traje nuevo del emperador)
Con este cuento, el conde Lucanor advierte a Patronio ante el poder y el alto coste de decir la verdad. Ninguno de los cortesanos se atreve a hablar, contaminados ya por la excesiva proximidad del poder, y la rebelión se gesta en lo más vulgar del pueblo llano.
Una sana oposición a los gobiernos sólo puede realizarse con verdad y sentido común de los gobernados, lo que hoy llamamos sociedad civil. Contra el abuso, el autor no propone la sangre ni la anarquía, sino la constante desconfianza. Claro que esta actitud es costosa y los ciudadanos tienden a pagar la comodidad con su silencio y la ilusión de certeza con su libertad.
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