La levedad del ser

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domingo, 14 de mayo de 2017

CENTENARIO DEL NACIMIENTO DE JUAN RULFO

En el centenario del nacimiento de Juan Rulfo

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La literatura y la fotografía fueron las dos grandes pasiones del escritor mexicano

No fue premiado con el Nobel de Literatura ni le concedieron el Cervantes pero, sin proponérselo, Juan Rulfo consiguió el sueño de todo escritor: alcanzar la inmortalidad literaria con una sola obra.
En su caso fueron dos, la novela “Pedro Páramo” y el libro de relatos “El Llano en llamas”, pero no es difícil pensar que Rulfo lo hubiera conseguido con cualquiera de ellas, teniendo en cuenta además que las dos son realmente una sola y única obra. De hecho casi siempre se han editado en un mismo volumen. Pero el éxito no le llegó de inmediato, ya que los 2000 ejemplares de la primea edición de “Pedro Páramo” tardaron cuatro años en venderse.
Xulio Formoso: Juan Rulfo
Xulio Formoso: Juan Rulfo
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Un narrador para un pueblo

Se cumplen ahora (el 16 de mayo de 2017) cien años del nacimiento de Juan Nepomuceno Carlos Pérez Rulfo Vizcaíno, Juan Rulfo, escritor mexicano autor de una obra de unos valores literarios y humanos pocas veces alcanzados en la narrativa contemporánea. Su literatura se cita como referente de los orígenes del realismo mágico que aupó a los autores del boom latinoamericano a la fama internacional, pero es mucho más que eso, es un fascinante laberinto de espejos en el que se combinan lo cotidiano y lo ilusorio, la verdad y la mentira, lo esencial y lo secundario.
Rulfo escribió sus primeros textos, “La vida no es muy seria en sus cosas”, “Macario” y “Nos han dado la tierra”, para la revista literaria Pan, de Guadalajara, entre 1942 y 1945. Más tarde, en América, revista de Ciudad de México, iría publicando otros que finalmente se recopilaron en 1953 bajo el título de “El Llano en llamas y otros cuentos”. En sucesivas ediciones se fueron quitando algunas narraciones y añadiendo otras nuevas hasta que en 1970 se publicó la edición definitiva.

Comala como méxico

Juan Rulfo
Juan Rulfo
En estos cuentos Rulfo sitúa a sus personajes arrojados a un mundo hostil, a un páramo de pobreza y desprotección, durante un periodo convulso de la historia del México de los primeros años del siglo XX, en los que sucedieron dos episodios que marcaron el futuro del país: la revolución mexicana y la guerra de los cristeros. También recoge los primeros movimientos migratorios de los años cuarenta hacia los Estados Unidos, el reparto de tierras a los revolucionarios a cambio de la devolución de las armas, y la reforma agraria del gobierno de Lázaro Cárdenas. Unos años de la infancia del escritor en los que la violencia y el bandolerismo provocaron cientos de muertos, entre ellos sus propios padres.
Entre 1910 y 1017 la revolución que había alimentado las esperanzas de los mexicanos más humildes se malogró por la deriva del país hacia un sistema seudodemocrático que terminó con los asesinatos de los principales revolucionarios, Emiliano ZapataPancho Villa y Venustiano Carranza, y la frustración del pueblo de México. Y Entre 1926 y 1930 la oposición de la Iglesia católica a la aplicación de las políticas que restringían su influencia en la sociedad mexicana provocó la primera guerra de los cristeros. En Jalisco, donde vivía Juan Rulfo, terminó con una gran masacre y con episodios violentos contra los maestros y los partidarios de la reforma agraria.
Rulfo muestra en sus cuentos el resentimiento por la derrota de aquellos que no se beneficiaron ni de las conquistas sociales ni de la secularización. Lo hace a través de unos personajes marcados por el odio y la venganza en medio de una tristeza inconsolable, de una angustia y de una frustración que justifican en alguna medida la inmoralidad de sus actos, demasiado ocupados en sobrevivir para poder sentir piedad o remordimiento. Para ellos la revolución, la violencia y la muerte han sido en vano, sus vidas se han visto privadas de la esperanza, condenadas a ver cómo se suceden los días y las noches, cómo van amontonándose los años sin esperanza hasta el día de la muerte. A través de la escritura de Rulfo el lector los comprende mejor de lo que ellos se comprenden a sí mismos. Como una consecuencia más, el sexo está presente en estos relatos a través de relaciones de prostitución, incesto y adulterio, que transgreden al mismo tiempo las leyes religiosas y los tabúes sociales en un territorio en ruinas en el que el progreso se ha detenido y la religión está proscrita.

La novela de mexico

En la novela “Pedro Páramo” (versión moderna y existencial del Purgatorio dantesco) Juan Preciado busca a su padre Pedro Páramo. Poco a poco va descubriendo que en realidad su padre ha muerto y que él mismo también está muerto.
En un principio la novela iba a titularse “Los murmullos”, pero finalmente Juan Rulfo decidió hacerlo con el nombre del señor de vidas y haciendas de Comala, un cacique rural de poder omnímodo, violento y rencoroso, al que sitúa, durante los años del gobierno de Porfirio Díaz, en un lugar (San Gabriel, en el estado de Jalisco, el de la infancia del propio Rulfo) que un día fue próspero y que en la novela es un territorio desolado (Rulfo aborda así el mito del paraíso perdido, presente también en algunos de sus cuentos). Pedro Páramo está investido de una ideología patriarcal, autoritaria y dominante, basada en antiguos códigos de propiedad y en una legitimidad que hunde sus raíces en la de los encomenderos del siglo XVI, a través de la que llega a obligar a Susana San Juan a convertirse en su esposa, en cuyo amor forzado encuentra su propia condena y su muerte, que le llega mientras contempla en el horizonte el camino recorrido por el cadáver de su mujer hacia el cementerio.
Utilizando una estructura de fragmentos relatados por narradores diferentes, Rulfo sitúa a sus personajes al otro lado de la muerte. Ante la imposibilidad de diálogo entre los vivos, la comunicación ha de canalizarse a través de los muertos. Es únicamente de esta manera cómo Juan Preciado puede contar a Dorotea, desde la vecindad de su tumba, el propósito y los avatares de su visita a ese territorio.

Fragmentos de un libro futuro

Sorprende la escasa producción literaria del autor de una obra de tan altos niveles de excelencia. Rulfo lo justificaba diciendo que además de escribir él trabajaba (como inspector del servicio de inmigración, como viajante de comercio, como director de publicaciones de antropología) y por tanto no tenía tiempo para dedicarlo a la escritura. En 1980 se publicó “El gallo de oro y otros textos para cine” con un relato, el que da título a la obra, que fuera adaptado a la pantalla por Roberto Gavaldón en 1964 con guión de Carlos Fuentes y Gabriel García Márquez.
En realidad este personaje tímido y reservado, defensor a ultranza de su vida privada, invertía un tiempo interminable en corregir, cuidar, limar, perfilar, ajustar sus escritos, incluso después de publicados. En 1959 había dado a conocer “Un pedazo de noche”, fragmento de una novela que iba a titularse “El hijo del desconsuelo”, donde iba a contar las relaciones entre una prostituta y un sepulturero. En varias ocasiones habló también de otros proyectos en los que estaría trabajando, como las novelas “Días sin floresta”, de la que nunca se supo, y “La cordillera”, que él mismo dijo haber destruido.
Esta fue la causa por la que su familia fue acosada durante años por editores en busca de una obra póstuma que, al parecer, es inexistente. Tal vez fruto de esa insistencia fue la publicación en 1994 de “Los cuadernos de Juan Rulfo” donde desvela el proceso de creación de “Pedro Páramo”, y de “Cartas a Clara” (2000), que recoge la correspondencia entre el escritor y su esposa Clara Aparicio. El menor de sus hijos, Juan Francisco, cineasta, recrea en el documental “El hoyo” la memoria y la personalidad de su padre.
Juan Rulfo: México
Juan-Rulfo-ferrocarriles
Juan Rulfo: fotografías de México

Juan rulfo, fotógrafo

Dice Carlos Fuentes de las fotografías de Juan Rulfo que son como asomarse fuera de las tumbas de Comala para descubrir la luminosidad de las sombras. En realidad las imágenes de Rulfo, de una gran belleza, son una exploración del silencio y la soledad de su literatura; son como otra lectura de sus textos, un nuevo viaje a la Comala de Pedro Páramo y El Llano. En Rulfo la fotografía es una extensión de su narrativa (o su narrativa una extensión de su fotografía), una iconografía poética de una calidad indiscutible. La fotografía de Rulfo no es la obra de un aficionado sino que su composición y sus imágenes tienen un asombroso nivel artístico y conceptual. Susan Sontag llegó a decir que era el mejor fotógrafo de Latinoamérica.
En la década de 1940, después de vivir ocho años en Ciudad de México, Juan Rulfo decidió recorrer el país a lo largo y ancho del territorio llevando en su equipaje una cámara fotográfica Rolleiflex.
En su periplo retrató los monumentos del pasado indígena y del español, dispersos por todo el territorio. Entre esas ruinas zapotecas y barrocas hay arquitectura colonial de iglesias y ermitas junto a tumbas, ídolos y templos precolombinos. Conventos y haciendas que un día fueron señoriales. Edificios decadentes, melancólicos, abandonados, ruinas de un antiguo esplendor. Playas desiertas sobre las que se ciernen nubes inquietantes. Ríos y lagos de aguas estancadas. Paisajes (cascadas de Tulantongo y Chimalhuacán Chalco), montañas y planicies bajo un cielo protector. Cactus de formas caprichosas, árboles desnudos y pueblos solitarios de calles vacías bajo el sol ardiente del mediodía.
Mercados con vendedoras refugiadas del calor bajo toldos exiguos que apenas las protegen. Campesinos entregados a sus labores bajo un sol implacable. Mujeres enlutadas o vestidas con trajes tradicionales. Ancianos que esperan sentados la muerte en días interminables. Danzantes y músicos con instrumentos gastados, llevando la fiesta a los pueblos. Niños harapientos de miradas tristes y perdidas.
No hay fotografías de paisajes urbanos ni de habitantes de las ciudades, aunque sí de trenes y de estaciones, que hizo por encargo. Por el objetivo de Juan Rulfo pasan pueblos abandonados, casas en ruinas con puertas desvencijadas, parajes calcinados, árboles solitarios, cementerios, sepulturas, cruces artesanas confeccionadas con los más variados materiales, murales de Orozco y de Diego Rivera… un México que sólo retrataron con esa atmósfera poética Juan Rulfo y su amigo y maestro, el gran fotógrafo Manuel Álvarez Bravo. Hay también retratos de amigos, artistas, escritores, gentes del teatro, que posaron para el objetivo de Rulfo manteniendo una secreta complicidad: Pedro ArmendárizMaría Félix. Rodajes de películas (“La escondida”, “El despojo”).
La fotografía de Juan Rulfo combina luces y sombras en una estética que recuerda a la Nueva Objetividad alemana y remite a la obra paisajística de Ansel Adams y de Edward Weston y a los retratos de Stieglitz y Paul Strand, al tiempo que reescribe en imágenes la misma realidad de su literatura: la épica y la tragedia, el sufrimiento y el dolor, la desgracia que se ensaña con los débiles y provoca la pérdida de la fe y de la esperanza. La utilización del contrapicado en muchas de ellas enaltece el abandono y la miseria del mundo que retrata, introduciendo un cierto aire de nobleza.
Juan-Rulfo-foto-MexicoSólo seis meses antes de la muerte de Juan Rulfo en enero de 1986, Juan José Bremer, director general del Instituto Nacional de Bellas Artes de México, consiguió convencerlo para que expusiera algunas de las fotografías que había ido acumulando durante su vida (sólo se conocían unas pocas, expuestas en Guadalajara en 1960). Se seleccionaron cien de los más de 6000 negativos que hizo entre 1945 y 1955. Estos días, en el Museo Amparo de Puebla se puede ver la exposición “El fotógrafo Juan Rulfo”, como uno de los actos centrales de la celebración del centenario.

drid, 1997). Investigación “La presencia de la cultura en los telediarios de la televisión pública de ámbito nacional durante el año 2006” (revista Sistema, enero 2008).

miércoles, 3 de mayo de 2017

El Gabo de Elena Poniatowska - LIBROS y LETRAS | Literatura y Cultura en Colombia y América Latina

El Gabo de Elena Poniatowska - LIBROS y LETRAS | Literatura y Cultura en Colombia y América Latina

El Gabo de Elena Poniatowska


Elena Poniatowska
Elena Poniatow

Por: Juan Camilo Rincón* 



Ella los leyó y escuchó a todos. Cuando los grandes escritores estaban creando sus primeras obras y formándose como escritores, fue ella quien, vestida como reportera, iba a entrevistarlos. En los grandes diarios de México eran publicadas esas notas que enamoraron a todos; gracias a su pluma pudimos tener visiones más íntimas y menos decimonónicas sobre escritores como Octavio PazJuan RulfoJulio CortázarJorge Luis Borges, entre otros. Aquella espléndida mujer que se distinguía por su pelo claro cuando caminaba por Ciudad de México, ejercía la profesión de periodista con el alma, como le gustaba a Gabo; luego se entregó a la literatura y nos mostró otra faceta de su genialidad. Sus libros entran como un buen tequila, suavemente pero con contundencia, siempre quemando algo por dentro.

En abril de 2017 volví por tercera vez a la capital manita para encontrarme con Elena y enterarme de algunos nuevos secretos sobre la relación del país azteca con Colombia. Caminé hasta una hermosa casa que en encuentra cerca de una plaza empedrada al lado de la parroquia de San Sebastián Mártir. Esperé por algunos minutos en la biblioteca, llena de libros firmados por grandes maestros de la literatura, cada uno perfectamente catalogado. Me recibió con esa memoria prodigiosa que se traduce en sus palabras, entregando momentos memorables de la literatura de hace ya 50 años.

El primer tema fue Gabriel García Márquez. Nuestro nobel había llegado a México el mismo día en que Ernest Hemingway se propinó el tiro de muerte: 2 de julio de 1961. Gabo recordaba que en ese tiempo “tenía treinta y dos años, había hecho en Colombia una carrera periodística efímera, acababa de pasar tres años muy útiles y duros en París, y ocho meses en Nueva York, y quería hacer guiones de cine en México”[1].

Elena rememora su encuentro así: “Fui al noticiero cinematográfico semanal Telerevista, un centro televisivo donde se hicieron películas que dirigía Manuel Barbachano Ponce”. Al cataquero lo conoció allí, lugar que también acogió a Alfredo Guevara, destacado cineasta cubano fundador del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos quien, junto a Carlos VeloGabo y Fuentes, creo un guion sobre El Gallo de oro, obra original de Juan RulfoElena, por su parte, llegó a la televisora a hacer “unas pequeñísimas películas que me pedía Manolo Barbachan con temas como, por ejemplo, el lugar donde nació Sor Juana Inés de la Cruz o sobre Armando Manzanero, y trabajaba así porque en esa época todos éramos jóvenes”. Además de compartir esos espacios de producción creativa, también se dedicaban a festejar; una de las escenas que más recuerda fue la de García Márquez bailando cumbia en uno de los famosos festines que organizaba Fuentes en su casa: “Carlos Fuentes amó muchísimo a Gabo, y viceversa; eran casi hermanos los dos”. Sobre aquella noche, Poniatowska comenta: “Gabo no era en ese tiempo como lo fue después: el centro de la fiesta” y “un rayo de angustia le atravesaba los ojos”, sensación que el escritor logró calmar cuando decidió trabajar en su gran obra.

El colombiano relata: “Seis años antes había publicado mi primera novela, La hojarasca, y tenía tres libros inéditos: El coronel no tiene quien le escriba, que apareció por esa época en Colombia; La mala hora, que fue publicada por la Editorial Era poco tiempo después a instancias de Vicente Rojo, y la colección de cuentos de Los funerales de la Mamá Grande. Sólo que de este último no tenía sino los borradores incompletos, porque Álvaro Mutis le había prestado los originales a nuestra adorada Elena Poniatowska, antes de mi venida a México, y ella los había perdido. Más tarde logré reconstruir todos los cuentos, y Sergio Galindo los publicó en la Universidad Veracruzana a instancias de Álvaro Mutis[2].


 El día que ganó el Nobel, el autor de El amor en los tiempos del cólera llegó a su puerta con un camión lleno de rosas amarillas
Elena Poniatowska y Juan Camilo Rincón
Elena Poniatowska y Juan Camilo Rincón

La amistad no dejó de crecer ahí; Elena recuerda que su relación “fue muy buena; lo fue hasta el último momento, y ya cuando él hablaba muy poco, venía a comer a mi casa con facilidad por que su hijo vivía a dos casas; (era) un hogar muy grande con dos puertas”. Se refiere a Gonzalo, quien estaba casado con Pía Elizondo, hija del escritor mexicano Salvador Elizondo. Dada la vecindad de sus residencias, cuando García Márquez y su esposa Mercedes Barcha visitaban a Gonzalo, también se asomaban a la casa de Elena. Tan cercana era su relación, que Mercedes le decía a la autora: “‘¿No me puedes guardar aquí unas macetas?’; entonces yo metía en mi casa sus macetas”. El día que ganó el Nobel, el autor de El amor en los tiempos del cólera llegó a su puerta con un camión lleno de rosas amarillas; “casi llenó toda la plaza de mariposas amarillas”, comenta la escritora con un aire de nostalgia. 

En una entrevista para el diario La JornadaPoniatowska expresó lo siguiente respecto a la muerte de Gabo: “Es una pérdida enorme para todos los que lo conocimos. Somos los amigos de antes del Nobel y así lo consideraba él, un hombre entrañable. Incluso, ya teniendo el Nobel era de lo más cariñoso y accesible. Era una delicia verlo y platicar. Decía cosas como, ‘¿Te gusta mi pantalón?’ Y yo le contestaba: “Pues sí, está padre’. Entonces, él respondía: ‘Bueno, quizá me pueda comprar dos o tres, porque si esos me quedan bien, mejor tener tres o cuatro’”, cosa que ningún premio Nobel te consultaría. También preguntaba: ‘¿Crees que este gris combina con esto café?’ Tenía una vulnerabilidad que no he visto en ninguna otra persona; a él se le quedó a pesar del triunfo y el reconocimiento”[3]


 Entre calabozos y visitas de domingo, Mutis dio luz a uno de sus libros más interesantes; Poniatowska, amiga y cómplice, acompañó sus letras y las de otros genios literarios



Elena Poniatowska y Juan Camilo Rincón
Elena Poniatowska y Juan Camilo Rincón


Seguí hablando con ella y en su cara se advertía esa imagen del recuerdo que toca, que cala el alma. Entre la preocupación por su gato enfermo, Monsi, la compañía de su adorada minina Vais, y como homenaje a aquel adorado amigo y escritor cuya casa vivía llena de felinos (Carlos Monsiváis), me dijo que Gabo le había dado a Era, su editorial de ese entonces, los manuscritos de Cien años de soledad. El negocio no resultó pues el cataquero necesitaba un anticipo con extrema urgencia, decidiéndose al final por Sudamericana. Allí nace la historia de un texto dividido en dos partes que lo obligó a vender hasta el último objeto para poder recoger el dinero suficiente para enviar el manuscrito a Argentina. 

Antes de irme, la escritora me confesó que fue una de las primeras en leer Los funerales de la Mamá Grande, editado por primera vez para la Colección Ficción de la Universidad Veracruzana; la pérdida del manuscrito original por parte de la escritora –como lo narra Gabo-, no fue mencionada por ella. Luego le comenté que esa misma editorial había publicado también por primera vez El diario de Lecumberri de Álvaro Mutis, gran amigo de García Márquez y suyo… esbozó una sonrisa dulcísima, pues fue en esa prisión donde visitó en numerosas ocasiones al poeta colombiano mientras sufría las penurias que lo llevaron a crear aquella obra. Entre calabozos y visitas de domingo, Mutis dio luz a uno de sus libros más interesantes; Poniatowska, amiga y cómplice, acompañó sus letras y las de otros genios literarios. Las deidades entrecruzaron sus caminos… ellos se encargaron de recorrerlos y dejarnos por herencia las mejores obras de la literatura latinoamericana. 


[1] García Márquez, G. (1980). Juan Rulfo. Homenaje nacional. Ciudad de México: Instituto Nacional de Bellas Artes – Secretaría de Educación Pública. 


[2] Ibíd


[3] La Jornada. (2014). “Conmociona a creadores nacionales la muerte del ‘inventor de mundos’”. Recuperado de: http://www.jornada.unam.mx/2014/04/18/opinion/004n1pol


JUAN CAMILO RINCÓN

*JUAN CAMILO RINCÓN.

Periodista y escritor. Publicó Manuales, métodos y regresos (2007, Arango Editores). Ser colombiano es un acto de fe. Historias de Jorge Luis Borges y Colombia (2014, Libros & Letras), Viaje al corazón de Cortázar. El cronopio, sus amigos y otras pachangas espasmódicas (2015, Libros & Letras). Leer más AQUÍ
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