La levedad del ser

La levedad del ser

martes, 16 de febrero de 2016

Dia D -1. El mensaje cifrado de un poema de Verlaine sería el principio de la invasión. javierdelcampom / 6 junio, 2014-Chanson d’automne. Paul Verlaine


Chanson d’automne

Paul Verlaine

Les sanglots longs
Des violons
De l’automne
Blessent mon coeur
D’une langueur
Monotone.
Tout suffocant
Et blême, quand
Sonne l’heure,
Je me souviens
Des jours anciens
Et je pleure
Et je m’en vais
Au vent mauvais
Qui m’emporte
Deçà, delà,
Pareil à la
Feuille morte.
Paul Verlaine, Poèmes saturniens

Dia D -1. El mensaje cifrado de un poema de Verlaine sería el principio de la invasión.


 
 
 
 
 
 
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La Abwehr – Servicio Secreto alemán- supo que los Aliados anunciarían, mediante las emisiones radiales regulares en francés de la BBC de Londres, el momento en que la resistencia francesa debería comenzar masivos actos de sabotaje contra objetivos del ejército de ocupación alemán y preparar el terreno para la invasión. Y así fue, en efecto, que se hizo con la lectura de unos versos del poema “Chanson d’automne” (Canción de otoño) escrita en 1886 por Paul Verlaine.
Los miembros de la Resistance francesa debían estar atentos a las emisiones radiadas por la BBC, puesto que la fecha exacta de la invasión no la decidirían hasta que los preparativos estuvieran listos y en el momento en que las condiciones atmosféricas lo permitieran. Sería era elComandante en Jefe de SHAEF, el General Dwight Eisenhower, quien daría la orden para comenzar la Operación Overlord. Los servicios de escucha de la Abwehr se mantenían atentos para informar inmediatamente a Berlín sobre la inminencia del ataque, tan pronto los versos fueran propalados.
Agentes alemanes se habrían infiltrado en grupos de la Resistencia y llegaron a tener conocimiento de los mensajes en clave para alertar a la clandestinidad mediante las emisiones en francés dirigidas a Francia por la BBC de Londres. Serían las dos primeras líneas de la Canción de Otoño, de Paul Verlaine. El primer verso fue:
“Les sanglots longs des violons de l’automne”
(pinchar arriba en el audio para escuchar el mensaje original radiado por la BBC)
Este verso fue radiado el 1º de junio y debería poner en marcha el recrudecimiento de los sabotajes, ordenando la movilización total de la resistencia francesa en preparación para la invasión. Hechos como este, no eran muy frecuentes, pues los expertos alemanes no lograban descifrar muchas de las aparentemente inofensivas transmisiones de la BBC de Londres.
Día D -1
Alrededor de las 21:15 horas del día 5 de junio, el jefe de información del Estado Mayor del comandante en jefe de los ejércitos del Oeste apareció en el comedor de oficiales buscando alGeneral Bodo Zimmerman, Jefe de Operaciones de los Ejércitos del Oeste. El oficial estaba presa de gran agitación, pues  acababa de descifrar un mensaje británico recientemente radiado por la BBC. Era el segundo verso de la Canción de Otoño que se escuchó así:
“Bercent mon cœur d’une langueur monotone”
(pinchar arriba en el audio para escuchar el mensaje original radiado por la BBC)
Este segundo verso fue radiado para avisar a la Resistencia que la orden para la invasión había sido emitida. Los monitores de radio alemanes escucharon y grabaron ambas señales, pero la mentalidad militar de la OKW -Alto Mando alemán- en Berlín no creía que los aliados quisieran alertar a la resistencia clandestina, mediante unos versos de poesía romántica intercalados en una radiodifusión pública.
El propio general de Gaulle era un asiduo locutor de la BBC enviando frecuentes mensajes a la Resistencia
El propio general de Gaulle era un asiduo locutor de la BBC enviando frecuentes mensajes a la Resistencia
El Mariscal de Campo Gerd von Rundstedt y su Jefe de Estado Mayor fueron informados, como asimismo el Cuartel General del Mariscal de Campo Erwin Rommel  que estaba al mando de las defensas del Atlático. Rommel regresaba de Obersalzberg, donde se había trasladado para reunirse con Hitler, pero no le esperaban antes de la tarde siguiente. El Cuartel General deRundstedt dio órdenes para una alerta general, aunque no se pudo comunicar personalmente con muchos oficiales superiores del Séptimo Ejército, debido a que se encontraban a bordo de sus automóviles regresando desde Rennes a sus respectivas unidades. También comunicaron al OKWen Alemania el texto del mensaje descifrado, así como las medidas tomadas. Más que eso, nada podían hacer pues las órdenes directas de Hitler eran no hacer ningún movimiento de tropas sin su autorización expresa.
Hitler y el Mariscal Rommel
Hitler y el Mariscal Rommel
Durante algunas horas nada más sucedió. Pasó la medianoche, pasó la una de la madrugada y ningún otro mensaje llegó a St. Germain. Alrededor de las 02:00, en el Cuartel general deRundstedt comenzaban a creer que se trataba sólo de otra falsa alarma cuando el Grupo de Ejércitos B comunicó haberse producido un lanzamiento de paracaidistas en Normandía poco después de la medianoche.
Tanto los servicios secretos de la Abwehr, como las diferentes ramas de la Wehrmacht,Kriegsmarine y Luftwaffe, sabían que los aliados estaban preparando la invasión, la cual podía comenzar en cualquier momento, pero también descartaban la posibilidad que ocurriera cuando las condiciones meteorológicas fueran adversas, y durante los primeros días de junio de 1944, sí que lo eran. Ante esa expectativa, diariamente se sucedían alarmas y más alarmas ante cualquier indicio que hiciera sospechar que las fuerzas de invasión se estaban poniendo en movimiento. Lo reiterado de los estados de alerta, más las alarmas que continuamente procedían de las diferentes unidades hizo que paulatinamente se les dejara de prestar atención. Prueba de ello, es que el General Rommel decidiera en vísperas del ataque Aliado viajar para visitar a su esposa, quien cumplía años.
En el OKW, en Berlín, los generales del Alto Mando no le dieron la importancia que la alerta suponía, puesto que aún pensaban que se trataba de ataques de diversión, convencidos, por los informes de la doble agente Lily sabían que la invasión debería ocurrir en el Paso de Calais. Además, existía una poderosa razón, la climática; pues la marea y las condiciones atmosféricas resultaban desfavorables para una invasión, y por último, seguían pensando que era poco probable que alguien pudiera informar mediante una emisión de la BBC, queel ataque Aliado estaba por comenzar.
Lily Sergeyev, alias Tesoro
La agente doble Lily Sergeyev, alias Tesoro

Los enigmas de la historia
Dos conjeturas se deducen de los hechos. Una, que los Aliados acostumbraron a los alemanes a oir comunicados para la Resistencia francesa mediante emisiones de la BBC de Londres, y cuando comunicaron, con los versos de Paul Verlaine, la inminente invasión pareció ser un mensaje más de los repetitivos avisos. Y la otra conjetura, que los servicios secretos de la Abwehr se las ingeniaron para discriminar ese mensaje en clave y lo enviaron a Alemania con la ceretaza probable de que era el aviso de la invasión.
En Londres, dos oficiales fueron detenidos sospechos de filtraciones, y un suboficial equivocó el destino de unos documentos secretos con el resultado de que acabaron en la rotativa del Daily Telegraph que publicó “unos crucigramas” cuyo autor era un tal señor Dowe, donde aparecían palabras clave de la Operación Overlord: Utah, Omaha, Mulberry, Neptuno,… y la mismaOverlord; lo que disparó los controles de seguridad del MI5. Con justa razón, las preocupaciones del General Eisenhower aumentaban a medida que pasaban las horas.
El después conocido como “Mensaje Verlaine“, plantea muchas hipótesis, pero lo cierto es, que avisó a la resistencia sobre el inicio de la Operación Overlord y los alemanes que los descifraron no supieron valerse de ellos par detener la invasión desde las playas de Normandía.

¿Error involuntario o premeditado?
Hay un último detalle interesante: el locutor de la BBC de Londres dijo, equivocadamente, el verso: “bercent mon cœur d’une langueur monotone“, en lugar del verso correcto de Verlaine que es: “blessent mon cœur d’une langueur monotone“. La palabra en francés “bercent” significa “balancear” y “blessent” quiere decir “hiere“. Es posible que el verso fue leído o transcrito equivocadamente, pero también puede ser que el error fuese una segunda clave de seguridad para su interpretación.


miércoles, 3 de febrero de 2016

Trabajos del Poeta: Un gran poema de Octavio Paz

Trabajos del Poeta: Un gran poema de Octavio Paz

Uno de los libros de poesía que debemos leer de Octavio Paz es sin duda ¿Águila o Sol? el cual comienza con un poema extenso llamado Trabajos del Poeta.
El poema está compuesto por 16 capítulos donde Octavio Paz habla sobre la creación literaria con una serie de imágenes y de momentos intensos muy diferentes a todo lo que había escrito antes, casi marcando un antes y después en su obra.
el joven octavio paz
El joven Octavio Paz

Trabajos del Poeta


I
A LAS TRES y veinte como a las nueve y cuarenta y cuatro, desgreñados al alba y pálidos a medianoche, pero siempre puntualmente inesperados, sin trompetas, calzados de silencio, en general de negro, dientes feroces, voces roncas, todos ojos de bocaza, se presentan Tedevoro y Tevomito, Tli, Mundoinmundo, Carnaza, Carroña y Escarnio. Ninguno y los otros, que son mil y nadie, un minuto y jamás. Finjo no verlos y sigo mi trabajo, la conversación un instante suspendida, las sumas y las restas, la vida cotidiana. Secreta y activamente me ocupo de ellos. La nube preñada de palabras viene, dócil y sombría, a suspenderse sobre mi cabeza, balanceándose, mugiendo como un animal herido. Hundo la mano en ese saco caliginoso y extraigo lo que encuentro: un cuerno astillado, un rayo enmohecido, un hueso mondo. Con esos trastos me defiendo, apaleo a los visitantes, corto orejas, combato a brazo partido largas horas de silencio al raso. Crujir de dientes, huesos rotos, un miembro de menos, uno de más, en suma un juego —si logro tener los ojos bien abiertos y la cabeza fría. Pero no hay que mostrar demasiada habilidad: una superioridad manifiesta los desanima. y tampoco excesiva confianza; podrían aprovecharse, y entonces ¿quién responde de las consecuencias?
II
HE DICHO que en general se presentan de negro. Debo añadir que de negro espeso, parecido al humo del carbón. Esta circunstancia les permite cópulas, aglutinaciones, separaciones, ramificaciones. Algunos, hechos de una materia parecida a la mica, se quiebran fácilmente. Basta un manotazo. Heridos, dejan escapar una sustancia pardusca, que no dura mucho tiempo regada en el suelo, porque los demás se apresuran a lamerla con avidez. Seguramente lo hacen para reparar energías.
Los hay de una sola cabeza y quince patas. Otros son nada más rostro y cuello. Terminan en un triángulo afilado. Cuando vuelan, silban como silba en el aire el cuchillo. Los jorobados son orquestas ambulantes e infinitas: en cada jiba esconden otro, que toca el tambor y que a su vez esconde otro, también músico, que por su parte esconde otro, que por la suya… Las bellas arrastran con majestad largas colas de babas. Hay los jirones flotantes, los flecos que cuelgan de una gran bola pastosa, que salta pesadamente en la alfombra; los puntiagudos, los orejudos, los cuchicheantes, los desdentados que se pegan al cuerpo como sanguijuelas, los que repiten durante horas una misma palabra, una misma palabra. Son innumerables e innombrables.
También debo decir que ciertos días arden, brillan ondulan, se despliegan o repliegan (como una capa de torear), se afilan:
los azules, que florecen en la punta del tallo de la corriente eléctrica;
los rojos, que vibran o se expanden o chisporrotean;
los amarillos de clarín, los erguidos, porque los suntuosos se tienden y los sensuales se extienden;
las plumas frescas de los verdes, los siempre agudos y siempre fríos, los esbeltos, puntos sobre las íes de blancos y grises.
¿Son los enviados de Alguien que no se atreve a presentarse o vienen simplemente por su voluntad, porque les nace?
III
TODOS habían salido de casa. A eso de las once advertí que me había fumado el último cigarrillo. Como no deseaba exponerme al viento y al frío, busqué por todos los rincones una cajetilla, sin encontrarla. No tuve más remedio que ponerme el abrigo y descender la escalera (vivo en un quinto piso). La calle, una hermosa calle de altos edificios de piedra gris y dos hileras de castaños desnudos, estaba desierta. Caminé unos trescientos metros contra el viento helado y la niebla amarillenta, sólo para encontrar cerrado el estanco. Dirigí mis pasos hacia un café próximo, en donde estaba seguro de hallar un poco de calor, de música y sobre todo los cigarrillos, objeto de mi salida. Recorrí dos calles más, tiritando, cuando de pronto sentí —no, no sentí: pasó, rauda, la Palabra. Lo inesperado del encuentro me paralizó por un segundo, que fue suficiente para darle tiempo de volver a la noche. Repuesto, alcancé a cogerla por las puntas del pelo flotante. Tiré desesperadamente de esas hebras que se alargaban hacia el infinito, hilos de telégrafo que se alejan irremediablemente con un paisaje entrevisto, nota que sube, se adelgaza, se estira, se estira… Me quedé solo en mitad de la calle, con un pluma roja entre las manos amoratadas.
IV
ECHADO en la cama, pido el sueño bruto, el sueño de la momia. Cierro los ojos y procuro no oír el tam-tam que suena en no sé qué rincón de la pieza. “El silencio está lleno de ruidos me digo y lo que oyes, no lo oyes de verdad. Oyes al silencio.” y el tam-tam continúa, cada vez más fuerte: es un ruido de cascos de caballo galopando en un campo de piedra; es una hacha que no acaba de derribar un árbol gigante; una prensa de imprenta imprimiendo un solo verso inmenso, hecho nada más de una sílaba, que rima con el golpe de mi corazón; es mi corazón que golpea la roca y la cubre con una andrajosa túnica de espuma; es el mar, la resaca del mar encadenado, que cae y se levanta, que se levanta y cae, que cae y se levanta; son las grandes paletadas del silencio cayendo en el silencio.
V
JADEO, viscoso aleteo. Buceo, voceo, clamoreo por el descampado. Vaya malachanza. Esta vez te vacío la panza, te tuerzo, te retuerzo, te volteo y voltibocabajeo, te rompo el pico, te refriego el hocico, te arranco el pito, te hundo el esternón. Broncabroncabrón. Doña campamocha se come en escamocho el miembro mocho de don campamocho. Tli, saltarín cojo, baila sobre mi ojo. Ninguno a la vista. Todos de mil modos, todos vestidos el de inmundos apodos, todos y uno: Ninguno. Te desfondo a fondo, te desfundo de tu fundamento. Traquetea mi ráquea aquea. El carrascaloso se rasca la costra de caspa. Doña campamocha se atasca, tarasca. El sinuoso, el silbante babeante, al pozo con el gozo. Al pozo de ceniza. El erizo se irisa, se eriza, se riza de risa. Sopa de sapos, cepo de pedos, todos a una, bola de sílabas de estropajo, bola de gargajo, bola de vísceras de sílabas, sílabas, sibilas, badajo, sordo badajo. Jadeo, penduleo desguanguilado, jadeo.
VI
AHORA, después de los años, me pregunto si fue verdad o un engendro de mi adolescencia exaltada: los ojos que no se cierran nunca, ni en el momento de la caricia; ese cuerpo demasiado vivo (antes sólo la muerte me había parecido tan rotunda, tan totalmente ella misma, quizá porque en lo que llamamos vida hay siempre trozos y partículas de no-vida); ese amor tiránico, aunque no pide nada, y que no está hecho a la medida de nuestra flaqueza. Su amor a la vida obliga a desertar la vida; su amor al lenguaje lleva al desprecio de las palabras; su amor al juego conduce a pisotear las reglas, a inventar otras, a jugarse la vida en una palabra. Se pierde el gusto por los amigos, por las mujeres razonables, por la literatura, la moral, las buenas compañías, los bellos versos, la psicología, las novelas. Abstraído en una meditación que consiste en ser una meditación sobre la inutilidad de las meditaciones, una contemplación en la que el que contempla es contemplado por lo que contempla y ambos por la Contemplación, hasta que los tres son uno se rompen los lazos con el mundo la razón y el lenguaje. Sobre todo con el lenguaje —ese cordón umbilical que nos ata al abominable vientre rumiante. Te atreves a decir No, para un día poder decir mejor Si. Vacías tu ser de todo la que los Otros la rellenaron: grandes y pequeñas naderías, todas las naderías de que está hecho el mundo de los Otros. Y luego te vacías de ti mismo, porque tú —lo que llamamos yo o persona— también es imagen, también es Otro, también es nadería. Vaciado, limpiado de la nada purulenta del yo, vaciado de tu imagen, ya no eres sino espera y aguardar. Vienen eras de silencio, eras de sequía y de piedra. A veces, una tarde cualquiera, un día sin nombre, cae una Palabra, que se posa levemente sobre esa tierra sin pasado. El pájaro es feroz y acaso te sacará los ojos. Acaso, más tarde, vendrán otros.
VII
ESCRIBO sobre la mesa crepuscular, apoyando fuerte la pluma sobre su pecho casi vivo, que gime y recuerda al bosque natal. La tinta negra abre sus grandes alas. La lámpara estalla y cubre mis palabras una capa de cristales rotos. Un fragmento afilado de luz me corta la mano derecha. Continúo escribiendo con ese muñón que mana sombra. La noche entra en el cuarto, el muro de enfrente adelanta su jeta de piedra, grandes témpanos de aire se interponen entre la pluma y el papel. Ah, un simple monosílabo bastaría para hacer saltar al mundo. Pero esta noche no hay sitio para una sola palabra más.
VIII
ME TIENDO en la cama pero no puedo dormir. Mis ojos giran en el centro de un cuarto negro, en donde todo duerme con ese dormir final y desamparado con un que duermen los objetos cuyos dueños se han muerto o se han ido de pronto y para siempre, sueño obtuso de objeto entregado a su propia pesadez inanimada, sin calor de mano que lo acaricie o lo pula. Mis ojos palpan inútilmente el ropero, la silla, la mesa, objetos que me deben la vida pero que se niegan a reconocerme y compartir conmigo estas horas. Me quedo quieto en medio de la gran explanada egipcia. Pirámides y conos de sombra me fingen una inmortalidad de momia. Nunca podré levantarme. Nunca será otro día. Estoy muerto. Estoy vivo. No estoy aquí. Nunca me he movido de este lecho. Jamás podré levantarme. Soy una plaza donde te embisto capas ilusorias que me tienden toreros enlutados. Don Tancredo se yergue en el centro, relámpago de yeso. Lo ataco, mas cuando estoy a punto de derribarlo siempre hay alguien que llega al quite. Embisto de nuevo, bajo la rechifla de mis labios inmensos, que ocupan todos los tendidos. Ah, nunca acabo de matar al toro, nunca acabo de ser arrastrado por esas mulas tristes que dan vueltas y vueltas al ruedo, bajo el ala fría de ese silbido que decapita la tarde como una navaja inexorable. Me incorporo: apenas es la una. Me estiro, mis pies salen de mi cuarto, mi cabeza horada las paredes. Me extiendo por lo inmenso como las raíces de un árbol sagrado, como la música, como el mar. La noche se llena de patas, dientes, garras, ventosas. ¿Cómo defender este cuerpo demasiado grande? ¿Qué harán, a kilómetros de distancia, los dedos de mis pies, los de mis manos, mis orejas? Me encojo lentamente. Cruje la cama, cruje mi esqueleto, rechinan los goznes del mundo. Muros, excavaciones, marchas forzadas sobre la inmensidad de un espejo, velas nocturnas, altos y jadeos a la orilla de un pozo cegado. Zumba el enjambre de engendros. Copulan coplas cojas. ¡Tambores en mi vientre y un rumor apagado de caballos que se hunden en la arena de mi pecho! Me repliego. Entro en mí por mi oreja izquierda. Mis pasos retumban en el abandono de mi cráneo, alumbrado sólo por una constelación granate. Recorro a tientas el enorme salón desmantelado. Puertas tapiadas, ventanas ciegas. Penosamente, a rastras, salgo por mi oreja derecha a la luz engañosa de las cuatro y media de la mañana. Oigo los pasos quedos de la madrugada que se insinúa por las rendijas, muchacha flaca y perversa que arroja una carta llena de insidias y calumnias. Las cuatro y treinta, las cuatro y treinta, las cuatro y treinta. El día se me echa encima con su sentencia: habrá que levantarse y afrontar el trabajo diario, los saludos matinales, las sonrisas torcidas, los amores en lechos de agujas, las penas y las diversiones que dejan cicatrices imborrables. y todo sin haber reposado un instante, pues ahora que estoy muerto de sueño y cierro los ojos pesadamente, el reloj me llama: son las ocho, ya es hora.
IX
LO MÁS fácil es quebrar una palabra en dos. A veces los fragmentos siguen viviendo, con vida frenética, feroz, monosilábica. Es delicioso echar ese puñado de recién nacidos al circo: saltan, danzan, botan y rebotan, gritan incansablemente, levantando sus coloridos estandartes. Pero cuando salen los leones hay un gran silencio, interrumpido sólo por las incansables, majestuosas mandíbulas…
Los injertos ofrecen ciertas dificultades. Resultan casi siempre monstruos débiles: dos cabezas rivales que se mordisquean y extraen toda la sangre aun medio-cuerpo; águilas con picos de paloma que se destrozan cada vez que atacan; palomas con picos de águila, que desgarran cada vez que besan; mariposas paralíticas. El incesto es ley común. Nada les gusta tanto como las reuniones en el seno de una misma familia. Pero es una superstición sin fundamento atribuir a esta circunstancia la pobreza de los resultados.
Llevado por el entusiasmo de los experimentos abro en canal a una, saco los ojos a otra, corto piernas, agrego brazos, picos, cuernos. Colecciono manadas, que someto a un régimen de colegio, de cuartel, de cuadra, de convento. Adulo instintos, corto y recorto tendencias y alas. Hago picudo lo redondo, espinoso lo blando, reblandezco huesos, osifico vísceras. Pongo diques a las inclinaciones naturales. Y así creo seres graciosos y de poca vida.
A la palabra torre le abro un agujero rojo en la frente. A la palabra odio la alimento con basuras durante años, hasta que estalla en una hermosa explosión purulenta, que infecta por un siglo el lenguaje. Mato de hambre al amor, para que devore lo que encuentre. A la hermosura le sale una joroba en la u. Y la palabra talón, al fin en libertad, aplasta cabezas con una alegría regular, mecánica. Lleno de arena la boca de las exclamaciones. Suelto a las remilgadas en la cueva donde gruñen los pedos. En suma, en mi sótano se corta, se despedaza, se degüella, se pega, se cose y recose. Hay tantas combinaciones como gustos.
Pero esos juegos acaban por cansar. Y entonces no queda sino el Gran Recurso: de una manotada. aplastas seis o siete —o diez o mil millones— y con esa masa blanda haces una bola que dejas a la intemperie hasta que se endurezca y brille como una partícula de astro. Una vez que esté bien fría, arrójala con fuerza contra esos ojos fijos que te contemplan desde que naciste. Si tienes tino, fuerza y suerte, quizá destroces algo, quizá le rompas la cara al mundo, quizá tu proyectil estalle contra el muro y le arranque unas breves chispas que iluminen un instante el silencio.
X
No BASTAN los sapos y culebras que pronuncian las bocas de albañal. Vómito de palabras, purgación del idioma infecto, comido y recomido por unos dientes cariados, basca donde nadan trozos de todos los alimentos que nos dieron en la escuela y de todos los que, solos o en compañía, hemos masticado desde hace siglos. Devuelvo todas las palabras, todas las creencias, toda esa comida fría con que desde el principio nos atragantan.
Hubo un tiempo en que me preguntaba: ¿dónde está el mal? , ¿dónde empezó la infección, en la palabra o en la cosa? Hoy sueño un lenguaje de cuchillos y picos, de ácidos y llamas. Un lenguaje de látigos. Para execrar, exasperar, excomulgar, expulsar, exheredar, expeler, exturbar, excopiar, expurgar, excoriar, expilar, exprimir, expectorar, exulcerar, excrementar (los sacramentos), extorsionar, extenuar (el silencio), expiar.
Un lenguaje que corte el resuello. Rasante, tajante, cortante. Un ejército de sables. Un lenguaje de aceros exactos, de relámpagos afilados, de esdrújulos y agudos, incansables, relucientes, metódicas navajas. Un lenguaje guillotina. Una dentadura trituradora, que haga una masa del yotúélnosotrosvosotrosellos. Un viento de cuchillos que desgarre y desarraigue y descuaje y deshonre las familias, los templos, las bibliotecas, las cárceles, los burdeles, los colegios, los manicomios, las fábricas, las academias, los juzgados, los bancos, las amistades, las tabernas, la esperanza, la revolución, la caridad, la justicia, las creencias, los errores, las verdades, la fe.
XI
RONDA, se insinúa, se acerca, se aleja, vuelve de puntillas y, si alargo la mano, desaparece, una Palabra. Sólo distingo su cresta orgullosa: Cri. ¿Cristo, cristal, crimen, Crimea, crítica, Cristina, criterio? Y zarpa de mi frente una piragua, con un hombre armado de una lanza. La leve y frágil embarcación corta veloz las olas negras, las oleadas de sangre negra de mis sienes. Y se aleja hacia dentro. El cazador-pescador escruta la masa sombría y anubarrada del horizonte, henchido de amenazas hunde los ojos sagaces en la rencorosa espuma, aguza el oído, olfatea. A veces cruza la oscuridad un destello vivaz, un aletazo verde y escamado. Es el Cri, que sale un momento al aire, respira y se sumerge de nuevo en las profundidades. El cazador sopla el cuerno que lleva atado al pecho, pero su enlutado mugido se pierde en el desierto de agua. No hay nadie en el inmenso lago salado. Y está muy lejos ya la playa rocallosa, muy lejos las débiles luces de las casuchas de sus compañeros. De cuando en cuando el Cri reaparece, deja ver su aleta nefasta y se hunde. El remero fascinado lo sigue, hacia dentro, cada vez más hacia dentro.
XII
LUEGO de haber cortado todos los brazos que se tendían hacia mí; luego de haber tapiado todas las ventanas y puertas; luego de haber inundado con agua envenenada los fosos; luego de haber edificado mi casa en la roca de un No inaccesible a los halagos y al miedo; luego de haberme cortado la lengua y luego de haberla devorado; luego de haber arrojado puñados de silencio y monosílabos de desprecio a mis amores; luego de haber olvidado mi nombre y el nombre de mi lugar natal y el nombre de mi estirpe; luego de haberme juzgado y haberme sentenciado a perpetua espera ya soledad perpetua, oí contra las piedras de mi calabozo de silogismos la embestida húmeda, tierna, insistente, de la primavera.
XIII
HACE AÑOS, con piedrecitas, basuras y yerbas, edifiqué Tilantlán. Recuerdo la muralla, las puertas amarillas con el signo digital, las calles estrechas y malolientes que habitaba una plebe ruidosa, el verde Palacio del Gobierno y la roja Casa de los Sacrificios, abierta como una mano, con sus cinco grandes templos y sus calzadas innumerables. Tilantlán, ciudad gris al pie de la piedra blanca, ciudad agarrada al suelo con uñas y dientes, ciudad de polvo y plegarias. Sus moradores —astutos, ceremoniosos y coléricos— adoraban a las Manos, que los habían hecho, pero temían a los Pies, que podrían destruirlos. Su teología, y los renovados sacrificios con que intentaron comprar el amor de las Primeras y asegurarse la benevolencia de los Últimos, no evitaron que una alegre mañana mi pie derecho los aplastara, con su historia, su aristocracia feroz, sus motines, su lenguaje sagrado, sus canciones populares y su teatro ritual. Y sus sacerdotes jamás sospecharon que Pies y Manos no eran sino las extremidades de un mismo dios.
XIV
DIFÍCILMENTE, avanzando milímetros por año, me hago un camino entre la roca. Desde hace milenios mis dientes se gastan y mis uñas se rompen para llegar allá, al otro lado, a la luz y el aire libre. Y ahora que mis manos sangran y mis dientes tiemblan, inseguros, en una cavidad rajada por la sed y el polvo, me detengo y contemplo mi obra: he pasado la segunda parte de mi vida rompiendo las piedras, perforando las murallas, taladrando las puertas y apartando los obstáculos que interpuse entre la luz y yo durante la primera parte de mi vida.
XV
¡PUEBLO mío, pueblo que mis magros pensamientos alimentan con migajas, con exhaustas imágenes penosamente extraídas de la piedra! Hace siglos que no llueve. Hasta la yerba rala de mi pecho ha sido secada por el sol. El cielo, limpio de estrellas y de nubes, está cada día más alto. Mi sangre se extenúa entre venas endurecidas. Nadie te aplaca ya, Cólera, centella que te rompes los dientes contra el Muro; nada a vosotras, Virgen, Estrella Airada, hermosuras con alas, hermosuras con garras. Todas las palabras han muerto de sed. Nadie podrá alimentarse con estos restos pulidos, ni siquiera mis perros, mis vicios. Esperanza, águila famélica, déjame sobre esta roca parecida al silencio. Y tú, viento que soplas del Pasado, sopla con fuerza, dispersa estas pocas sílabas y hazlas aire y transparencia. ¡Ser al fin una Palabra, un poco de aire en una boca pura, un poco de agua en unos labios ávidos! Pero ya el olvido pronuncia mi nombre: míralo brillar entre sus labios como el hueso que brilla un instante en el hocico de la noche de negro pelaje. Los cantos que no dije, los cantos del arenal, los dice el viento de una sola vez, en una sola frase interminable, sin principio, sin fin y sin sentido.
XVI
COMO un dolor que avanza y se abre paso entre vísceras que ceden y huesos que resisten, como una lima que lima los nervios que nos atan a la vida, sí, pero también como una alegría súbita, como abrir una puerta que da al mar, como asomarse al abismo y como llegar a la cumbre, como el río de diamante que horada la roca y como la cascada azul que cae en un derrumbe de estatuas y templos blanquísimos, como el pájaro que sube y el relámpago que desciende, batir de alas, pico que desgarra y entreabre al fin el fruto, tú, mi Grito, surtidor de plumas de fuego, herida resonante y vasta como el desprendimiento de un planeta del cuerpo de una estrella, caída infinita en un cielo de ecos, en un cielo de espejos que te repiten y destrozan y te vuelven innumerable, infinito y anónimo.
Octavio Paz Jorge Luis Borges y María Kodama en la capilla del Palacio de Minería, 1981.
Octavio Paz Jorge Luis Borges y María Kodama en la capilla del Palacio de Minería, 1981.
Octavio Paz Lozano (Ciudad de México, 31 de marzo de 1914– 19 de abril de 1998). Poeta, Narrador, Ensayista, Editor. Ganador del Premio Nobel de Literatura 1990.
Ha escrito  El Laberinto de la Soledad, Libertad Bajo Palabra, ¿Águila o Sol?, El Arco y la Lira, Sor Juana Inés de la Cruz o las Trampas de la Fé, entre otros.