La levedad del ser

La levedad del ser

martes, 22 de septiembre de 2015

REVISTA AIÓN InicioLiteratura saramago La obra de José Saramago: Un retorno literario hacia nosotros mismos Ana Laura Torres Hernández marzo 1, 2015 Literatura

REVISTA AIÓN InicioLiteratura
Saramago fue un pensador que además sabía escribir[1], pero sus pensamientos no buscaron formular historias fantásticas y memorables, sino construir caminos de letras. Mas no caminos tradicionales, parecidos a los insoportables tramos de recta en las carreteras. Su escritura, alejada de los cánones establecidos, se aventuraba a explorar veredas repletas de follaje que conducían hacia el destino del auto conocimiento. Así lo indica su rechazo a las mayúsculas y ese amor desmesurado por las comas, que más que pausas, parecen respiros en el arduo recorrido del proceso creativo.[2]
Este estilo particular de narrar tenía como máxima la decisión de pugnar por un retorno al sentido. Así en la vida como en la literatura, Saramago criticó el establecimiento de categorías simplificadoras de los seres humanos. Mismas que constreñían al individuo a una labor específica, porque había nacido sólo para hacer una cosa y nada más. Según el autor estas categorías sólo complicaban el entendimiento mutuo y nos alejaban de la reflexión, engañaban al hombre con falsas soluciones a su existencia y limitaban sus acciones en el mundo.
Con la mirada puesta en lo aparentemente imperceptible y haciendo gala de una imaginación prodigiosa, José Saramago convirtió cada una de sus obras en una respuesta contestataria a esta situación, a partir de la premisa de que el humano es capaz de pensar y decidir por sí mismo, luego entonces, no es un ser predeterminado.
Por ejemplo, en Ensayo sobre la ceguera Saramago planteó una situación de crisis en una ciudad desconocida, el autor no especificó cuál, esa ciudad bien podía ser la nuestra. Y el extraño mal que privó de la vista a sus habitantes se puede interpretar como un reflejo del desinterés ciudadano por ver más allá de su sombra. Desinterés que aún hoy existe. No sólo se ignoraban los asuntos de política o economía, sino que había una completa omisión de lo humano y de la vida misma. Así, Saramago creó esa blancura lechosa como una especie de lección que sacó del ensimismamiento a esa pequeña parte del género humano.
Nosotros lectores percibimos el dejo de angustia de los personajes ciegos, personajes anónimos que paradójicamente sólo privados de la vista abrieron los ojos a la realidad humana, dejaron de lado el egoísmo que caracteriza al sano, y juntos participaron de la construcción de un sentido común para esa nueva vida. Sin embargo, hubo una mujer que conservó el maravilloso don de ver, mas no el paisaje cotidiano, sino el caos del ser humano, falto de cordura y sin aparente posibilidad de salvación:
[…] tan lejos estamos del mundo que pronto empezaremos a no saber quiénes somos, ni siquiera se nos ha ocurrido preguntarnos nuestros nombres, y para qué, ningún perro reconoce a otro perro por el nombre que le pusieron, identifica por el olor y por él se da a identificar, nosotros aquí somos otra raza de perros, nos conocemos por la manera de ladrar, por la manera de hablar, lo demás, rasgos de la cara, color de los ojos, de la piel, del pelo, no cuenta, es como si nada de eso existiera, yo veo, todavía veo, pero hasta cuándo.[3]
En la obra este personaje abandonó su rol de mujer casada y adquirió un anonimato privilegiado, libre, y de nuevo sin categorías definidas. Ella, que antes sólo era la esposa de un humilde médico, decidió adoptar múltiples roles: voluntaria por decisión, madre por necesidad, guía por compasión, ladrona por instinto y ciega por convicción. Rompió con la monotonía de su vida para perderse con los demás ciegos en el irrefrenable devenir de un tiempo que transcurría en blanco.
Saramago despegó su pluma del papel y dejó hablar a la imaginación de cada uno de sus personajes creados, todos anónimos, todos cambiantes. Cada uno constituye un ejemplo de la capacidad humana de reflexionar en torno a su quehacer en el mundo y a su poder de decidir frente a las situaciones complejas de la existencia. El autor no sujetó a ninguno a un destino azaroso, así lo demuestran las historias de la chica de las gafas oscuras, el ladrón, el niño estrábico, todos eligieron su propia senda como un tránsito continuo, pero no en soledad, siempre acompañado de otros caminos paralelos que no se debían ignorar.
El trabajo de Saramago constituye una propuesta novedosa para alumbrar esos caminos literarios construidos diariamente por aquellos a quienes nadie presta atención. Esos seres tan poco taquilleros en la literatura también merecían ser historiados, por ejemplo, en El viaje del elefante son el enorme paquidermo Salomón y su cornaca hindú de nombre Subhro, los protagonistas de una travesía fuera de lo común.
Esta obra se puede leer como un diario de viaje, donde el traslado de un elefante se vuelve la ocasión perfecta para discurrir en torno a las peripecias de ser humano. De nueva cuenta Saramago nos propone un ejercicio reflexivo fuera de la prisión del tiempo. Según su interpretación la esencia humana es una variante que permanece sin importar el paso de los siglos, por eso es posible retomar un suceso del siglo XV para señalar inquietudes actuales. En este texto el autor retomó el tópico de la libertad, pero enfocado a la posibilidad de adoptar una creencia religiosa no con una fe ciega, sino con un sentido crítico capaz de interrogar a la propia Divinidad.
El traslado físico de Salomón repercute también en el pensamiento humano, a cada paso correspondía una pregunta, pero desafortunadamente a cada pregunta correspondían muchas respuestas. De nueva cuenta Saramago nos advierte que el ser humano no está determinado mas que por él mismo, él es la medida de todas las cosas, luego entonces sus creaciones intelectuales tampoco son estáticas ni inmutables, son del hombre y por eso se transforman con él.
Es así como Saramago concebía los caminos literarios de su autoría, como un continuo retorno hacia nosotros mismos. Un vaivén de interrogantes que se resuelven sólo volviendo la vista hacia la posibilidad de ser y pensar, como una constante búsqueda del sentido de nuestra existencia:
[Saramago señala] Para mí la pregunta importante y ésa es probablemente la que costará más trabajo encontrar respuesta es ésta: qué es lo que estamos haciendo aquí. Cada uno contestará yo estoy haciendo mi trabajo, tengo una vocación para hacer esto o aquello, pero eso no contesta nada. Ah, bueno, estamos aquí para construir una sociedad justa, magnífico que lo haga, pero sea cual sea la respuesta que podemos dar, y podemos dar muchas y todas magníficas, la pregunta queda intacta: qué es lo que estamos haciendo aquí. [4]
No basta con mirarse al espejo y saber que estamos en el mundo de modo físico, el trabajo de Saramago nos recomienda ir más allá, es más, nos exhorta a cuestionar por nuestra razón de ser y su validez.
En La flor más grande del mundo es un niño, de nueva cuenta anónimo, quien encuentra su razón de ser en una flor. Pero no en la flor en sí misma sino en la posibilidad que ésta le brinda de cumplir una misión, la de hacerla crecer. Es así como este pequeño se propone devolverle la vida a esta flor casi marchita.
Con la máxima de su acción este niño respondió a la pregunta de Saramago, el niño supo qué estaba haciendo ahí, en esa narración, en ese cuento que nos reitera la eterna búsqueda del sentido por parte del autor.
En suma, considero que la obra de José Saramago no es sólo literatura, es lección de pensamiento y una posibilidad de encuentro con nosotros mismos, ya que mediante el rescate del personaje anónimo como protagonista, Saramago nos pone de cara a realidades más próximas a la cotidianidad, que no es siempre monótona, que también tiene a sus héroes y villanos, que nos refleja, nos interroga y nos hace reflexionar.
Y entonces, ¿qué estuvo haciendo aquí Saramago? A partir de la lectura de sus obras puedo decir que estuvo reclamando de sus lectores, en distintas sociedades, un cultivo del juicio recto, basado en el propio pensamiento. Pugnó por un conocimiento personal que promoviera un distanciamiento de filias y fobias en favor de una actitud crítica y honesta. Pero por sobre todo reclamó atención para a esa voz interna que impulsa todas nuestras razones y todas nuestras decisiones, ya que sólo un oído atento es el principio necesario de toda historia digna de ser contada.
Notas
[1] José Saramago nació en 1922 en Azinhaga, Portugal y falleció en 2010 en Lanzarote, España. Fue premio Nobel de Literatura en 1998.
[2] Vid. Intervención de José Saramago el viernes 17 de junio de 2005 en la sala Che Guevara de la Casa de las Américas en http://laventana.casa.cult.cu/modules.php?name=News&file=article&sid=2611, consultado 4 noviembre, 2011.
[3] José Saramago, Ensayo sobre la ceguera, México, Alfaguara, La Jornada, 2008, p. 80.
[4] Intervención de José Saramago el viernes 17 de junio de 2005 en la sala Che Guevara de la Casa de las Américas en http://laventana.casa.cult.cu/modules.php?name=News&file=article&sid=2611, consultado 4 noviembre, 2011.

Bibliografía
Saramago, José, Ensayo sobre la ceguera, trad. Basilio Lozada, México, Alfaguara, La Jornada, 2008.
Saramago, José, La flor más grande del mundo, Madrid, Alfaguara, 2001.
Saramago, José, El viaje del elefante, trad. Pilar del Río, México, Alfaguara, 2009.
Saramago, José, Intervención de José Saramago el viernes 17 de junio de 2005 en la sala Che Guevara de la Casa de las Américas, en http://laventana.casa.cult.cu/modules.php?name=News&file=article&sid=2611, consultado 4 noviembre, 2011.

sábado, 12 de septiembre de 2015

¿ POR QUÉ DECIMOS ZORIONAK AL FELICITAR A ALGUIEN ?

¿ POR QUÉ DECIMOS ZORIONAK AL FELICITAR A ALGUIEN ?

Los antiguos vascos eran capaces de adivinar el futuro de una persona, interpretando el vuelo de los pájaros. 

Es por ésto que todavía hoy en día, cuando le deseamos felicidades a alguna persona, lo hacemos diciéndole ZORIONAK!!!.  

Esta expresión significa literalmente "buenas (onak) aves (zori)". La misma va entonces unida al deseo de que las aves que llegan a una persona, lo hagan por el lado en que vuelan aquellas que traen los buenos augurios. 

lunes, 7 de septiembre de 2015

Siete consejos de Tolkien para ser un buen escritor (Diario de cultura)

Siete consejos de Tolkien para ser un buen escritor

El autor de El señor de los Anillos y El Hobbit mantuvo una frondosa correspondencia con sus admiradores, en la cual compartió recomendaciones sobre la creación literaria. Con motivo de un nuevo aniversario de su muerte, esta es una una recopilación de sus mejores sugerencias.

Se cumplieron 42 años del fallecimiento del escritor John Ronald Reuel Tolkien (o simplemente J.R.R), autor de algunas de las novelas de fantasía más emblemáticas de la historia. Pese a ser lingüista y profesor universitario, el escritor ocupaba gran parte de su tiempo en responder las cartas que le enviaban los fanáticos de El hobbit o El señor de los anillos.
En varias de esas misivas, que abarcan desde su juventud hasta el finas del sus días y publicadas en el libro Las cartas de J.R.R Tolkien, el autor explica algunos detalles del Reino Medio y sus famosos personajes, pero también revela consejos sobre cómo ser un buen escritor. Aquí las siete mejores recomendaciones:
1- El primer paso es el más fácil
“Dicen que el primer paso es el que cuesta más esfuerzo, yo no lo veo así. Estoy seguro que puedo escribir ilimitadamente ‘capítulos uno’, de hecho, escribí varios.”. Si bien el autor cree que es probable que un cuento termine diferente a como fue planeado, la clave está en lograr un desarrollo adecuado de la historia para mantener la calidad.
2- Siempre hay que corregir
“Ser conciso, es algo que logro ocasionalmente como una forma de arte, cortando tres cuartos o más de lo que escribí, y eso por supuesto es algo que es más laborioso y toma más tiempo que escribir libremente”. Releer y corregir constantemente fueron algunas de las tareas que más le demandaron al escritor, que reconoce que cada palabra fue meticulosamente pensada en sus obras, sobre todo en El señor de los anillos.
3- Los mejores personajes los hacen las personas reales
“Había un hombre curioso donde vivíamos, un viejo que iba chismoseando y esas cosas, para divertir a mis hijos, lo empecé a llamar Gaffer Gamgee y justo en esa época estaba escribiendo El hobbit“. Este personaje aparece efectivamente en el libro, y por ello Tolkien asegura que muchas veces la inspiración se puede encontrar en la vida cotidiana, siempre hay que tener los ojos abiertos y observar todo y a todos los que nos rodean.
4- La práctica hace al maestro
“Creo que lo importante es empezar a escribir y encontrar tu propio modo, aunque para empezar se puede imitar el de otro”. Tolkien cree que la lectura y la práctica son las mejores maneras para empezar a escribir, no por nada hizo su primer cuento sobre un dragón y a los siete años de edad. Un dato interesante es que cuando se lo mostró a su madre, ella no opinó sobre la historia, sino que le criticó una cuestión gramatical que, de alguna forma lo hizo convertirse en lingüista.
5- Concentrarse en la historia
“Es imposible escribir alguna historia que no sea en parte alegórica cuando viene a la vida, ya que cada uno de nosotros es una alegoría encarnando un cuento en particular y vestido con las ropas de un tiempo y un lugar”. El autor repitió incansablemente que sus historias no eran pensadas como alegorías, por ello cree que un escritor no debe concentrarse en el mensaje de fondo que probablemente algún obsesivo encuentre, una vez la lea, sino simplemente en hacer una buena historia.
6- Escribir sobre lo que te interesa
“Sobre qué escribir, no sé. Yo traté de hacer un diario con retratos de personas y eventos vistos, pero descubrí que no era mi línea, así que me fui al escapismo, o en realidad transformar la experiencia en otra forma.” Para Tolkien cada uno debe encontrar un tema que le sea de verdadero interés y explotarlo, de esa manera se podrá escribir algo que saldrá del interior de la persona, sin ser una carga.
7- No hay límites

“Un escritor debe ser humilde y tener consciencia del peligro”. Tolkien afirma que más allá de la propia finitud, un escritor no tiene límites, por ello cree fundamental que una persona pueda estar abierta a las críticas para mejorar. El mismísimo C.S Lewis, autor de Las Crónicas de Narnia y amigo de Tolkien, cuestionó varias veces El señor de los anillos, haciendo que su autor lo modificara y lograra así, según sus palabras, “la mejor escena del libro”.
Fuente: Infobae