Los
árboles son testigos mudos, y a veces ayudantes involuntarios, de las más
atroces infamias cometidas por seres humanos.
La
dama del jazz
La
triste balada Strange Fruit nos habla de los hermosos árboles del sur
de Estados Unidos, de las magnolias y los tuliperos, pero también de sus frutos
extraños. Escucharla hoy, 70 años después de su grabación, en la voz rota de
Billie Holliday (1915-1959) nos emociona.
Los árboles del sur tienen extraños
frutos,
sangre en las hojas y
sangre en las raíces,
cuerpos
negros se balancean con la brisa del sur,
frutos extraños cuelgan de los
tuliperos.
La escena bucólica del sur
galante,
los ojos fuera de
órbita y la boca torcida,
el
aroma de las magnolias, dulce y fresco,
entonces, de repente el olor a carne
quemada.
Aquí está el fruto para que los cuervos lo
desgarren,
para que la lluvia lo
recoja, para que el viento lo absorba,
para que el sol lo pudra, para que los árboles lo
descarguen,
aquí está la
extraña y amarga cosecha.
La
letra se basa en el poema Fruto Amargo (Bitter fruit) de Abel
Meeropol, maestro y poeta neoyorquino que lo publicó en 1937. Pero fue a partir
de que Billie Holiday grabara en 1939 la canción con el título Fruto
Extraño (Strange fruit) cuando se convirtió en un gran éxito
popular, un emblema de la lucha contra la discriminación racial y contra el
linchamiento de negros en el sur de los Estados Unidos. Hay que recordar que aún
en la década de 1930-1939 se lincharon 119 negros en los estados del Sur.
Billie
Holiday solía cerrar sus actuaciones con esta emocionante canción. Las luces
apagadas, solo un foco iluminando su cara y sus muecas de horror y angustia.
Cantaba con los dientes apretados, “como si destripara cada palabra que salía de
su boca”, según testimonio de Hal Roach, batería de la banda. Al final de la
estremecedora canción se apagaba el foco y en la sala solo quedaban la oscuridad
y el nudo en la garganta de los espectadores. Dicen que la cantante se iba al
camerino a llorar y vomitar, para desahogar la emoción contenida.
Strange
fruit fue elegida como la canción más influyente del siglo veinte por la
revista Time magazine en 1999 y ha sido interpretada por artistas como
Nina Simone (1965), Diana Ross (1972), Cassandra Wilson (1995) y Annie Lennox
(2014).
Los
grandes árboles del Sur
Es
difícil imaginar la crueldad del esclavismo y la discriminación racial en el sur
de Estados Unidos hace 160 años. El director de cine británico (de origen
afrocaribeño) Steve McQueen (nacido en 1969) nos traslada a esa época en su
versión cinematográfica de la obra 12 Años de Esclavitud (Twelve
Years a Slave) de Solomon Northup¹. En este libro de memorias Northup
relata sus desventuras: cómo siendo un negro libre en el Norte dedicado a tocar
al violín y a la carpintería, es engañado, secuestrado y llevado al Sur, donde
pasa 12 años como esclavo en diferentes plantaciones.
Northup,
quien debería conocer los diferentes tipos de madera por su oficio de
carpintero, describe en su libro con admiración los bosques sureños (he añadido
entre paréntesis los nombres científicos más probables de los árboles citados):
"el laurel (Persea borbonia) y el plátano (Platanus
occidentalis), el roble (Quercus virginiana) y el ciprés
(Taxodium distichum) alcanzan un crecimiento sin igual en las tierras
fértiles que bordean al Río Rojo. De cada árbol, además cuelgan grandes masas
alargadas de musgo (Tillandsia usneoides) ofreciendo una apariencia
llamativa y singular."
Un
gran árbol, posiblemente un roble de Virginia (
Q. virginiana), que se
erguía majestuoso en el centro de la plantación, es el personaje dominante de
una de las escenas más impactantes de la película. Northup (magníficamente
interpretado por Chiwetel Ejiofor), pasa varias horas inmóvil, de puntillas,
bajo el roble centenario. No le queda más remedio, si quiere conservar su vida.
Una soga al cuello atada a una rama del roble le cortaría la respiración, si se
rindiera y dejara caer su cuerpo. La secuencia larga, de casi tres minutos
(correspondería a casi todo un día en la realidad), crea un desasosiego en el
espectador. Los habitantes de la plantación continúan con su vida habitual, los
esclavos en sus trabajos cotidianos, los niños jugando. Mientras, el árbol, con
sus enormes y poderosas ramas ocupa la escena; los flecos de "musgo español" (en
realidad es una bromeliácea epifita, Tillandsia usneoides) que cubren las ramas
se balancean con la brisa del Sur; en una de las ramas pende Northup, quieto,
como un fruto extraño, amargo. Afortunadamente el dueño de la plantación llega a
tiempo para cortar la cuerda y salvarle la vida.
En
2014 Steve McQueen fue el primer director negro que recibía un óscar a la mejor
película. "La gente quiere mirar esta historia. Si no conocemos nuestro pasado
nunca sabremos nuestro futuro" comentó McQueen en una entrevista.
Durante
el rodaje de la película en Luisiana, McQueen (artista plástico con una dilatada
trayectoria) sacó una fotografía de un árbol que había sido usado para linchar
esclavos y cuyas tumbas estaban a su alrededor. Con ella preparó una instalación
que tituló
The Lynching Tree (una transparencia de 85,4 x 105 cm en una
caja de luz) y que fue expuesta en 2013 en Basilea (Suiza). Una vista de un
árbol en un entorno apacible, una escena paisajista nada particular. Pero cuando
conocemos su historia y sabemos que el árbol fue testigo de crueles
linchamientos y humillaciones de esclavos negros, la obra de arte cobra otro
significado: indignación, rabia y vergüenza.
Los
grandes árboles del sur de Estados Unidos - robles, magnolios, cipreses,
plátanos y tuliperos - hace tiempo que recuperaron su inocente belleza,
liberados por fin de aquellos frutos amargos y
extraños.
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¹ S. Northup, 1853. Twelve years a
slave. Narrative of Solomon Northup, a citizen of New-York, kidnapped in
Washington city in 1841, and rescued in 1853, from a cotton plantation near the
Red River in Louisiana. Derby & Miller, Auburn, New York.
Escrito
por Teo, 22 enero 2015.